Me enteré que el gran director y productor de cine y televisión Steven Spielberg, que nos ha traído desde joyas memorables como «E.T.», «la lista de Schlinder» «Encuentros cercanos del Tercer Tipo», o como productor de TV la multipremiada «Band of Brothers», se ha enfrascado en desarrollar un proyecto cinematográfico basado en un guión de Donald Trumbo de los años 1950, que antes había elaborado el de «Espartaco». La idea es trabajar el encuentro de Moctezuma II con Cortés y la posterior conquista de Tenochtitlán. Nada menos y nada más. Es una tarea monumental y es posible que Spielberg la lleve a buen puerto.
Uno de los primeros interesados en el proyecto es el español Javier Bardem («Sin lugar para los débiles», «Biutiful» o recientemente «007 Skyfall») quien quiere el rol de Hernán Cortés e incluso se ha planteado que en lugar de «Moctezuma» (o la versión americanizada de «Montezuma») la película se llame «Cortés» para destacar la participación del multipremiado actor.
La gran pregunta es ¿Por qué si es una historia tan interesante, no se ha hecho antes? Y una posible respuesta es el propio celo del Instituto Nacional de Antropología e Historia. Quienes han visto en persona -o en películas- museos como los del Smithsoniano de Washington descubren que en las tiendas de los museos es posible comprar reproducciones autorizadas de algunas de sus piezas: si la declaración de independencia de EE.UU., si de la primera Constitución, si de esta o aquella pieza, réplicas a miniatura del avión de los hermanos Wright… o muchas otras. En contraste, pocas son las que pueden hallarse en los museos mexicanos.
Una de las más importantes que recuerdo haber visto fue «calcas» de estelas mayas, realizadas en carboncillo sobre tela o papel muy delgado. Sin embargo, a $7,000 por cada una, eran demasiado caras y, por su tamaño, difíciles de manejar. No olvidemos también que la ley prohíbe la comercialización de piezas prehispánicas y es imposible exportar del país obras de artistas «patrimonio» sin previa autorización gubernamental. Es decir, la historia y el arte están «fuera de mercado»: no pueden comprarse ni venderse.
Cuando alguien, como Mel Gibson con «Apocalypto» busca hacer una interpretación «comercial» de la historia nacional, no cuenta con apoyo ni aval institucional, y termina haciendo algunas «voladas» o imprecisiones históricas muy severas. Por ejemplo, sus secuencias en dónde los mayas sacrifican decenas de personas para evitar un eclipse solar. Eso sin contar con un protagonista más «Rambo» que el mismo Rambo, capaz de vencer ejércitos de varios principados mayas y hasta de escapar de los españoles en un baño de sangre más propio del género «gore» que del cine histórico.
Otros esfuerzos, como «Cinco de Mayo. La Batalla» que si contaron con aval institucional -por ser una producción de Televisa- se hacen bien, pero con ciertos descuidos aparentemente inducidos para «preservar» las versiones oficiales de la historia. Por ejemplo, en esta película uno de los personajes principales es un desertor que regresa… por un beso de su novia. ¿De verdad era tan rosa un periodo de invasión extranjera? No lo creo.
Para evitar que el «Montezuma á-lá-Spielberg» contenga imprecisiones, él y su potencial guionista harían bien en visitar y leer mañana en Dichos y Bichos una reflexión adicional sobre la parte poco conocida del Conquistador de México y primer Padre de la Patria -un padre ausente y violento, pero padre al fin-. Si los ven… ¡Avísenles!
Imagen de Mary Harrsch via Compfight