Recientemente me encontré un texto que me hizo mucho sentido: propone dejar de usar la función «me gusta» de Facebook. Y presenta una serie de argumentos que me parecen precisos, correctos y útiles. Así que decidí hacerle caso y ponerme una pausa de dos semanas al uso de ese botón y ver qué pasa.
Les comento por qué: Facebook utiliza tu información para proveerte de publicidad y para asumir qué personas o actividades son las que pueden «gustarte» más y engancharte a usar más tiempo su servicio. El problema es que, como no es «humano», no sabe si le pusiste «me gusta» a una imagen de gatitos porque te gustan los gatos, porque te gusta el mensaje, porque quieres saludar a quien te compartió esa imagen o simplemente porque te equivocaste al usar el ratón y aprobaste a un gato… sin querer.
Sin saber el verdadero motivo, lo único que sabe es que le diste click a la imagen de un gato. Así que te enseñará 1.- más gatos y 2.- más animales. En la medida en que sigues dando «me gusta», cada vez más verás en tu muro y noticias imágenes de animales, gatos y, lo que es peor, tal vez de cosas sobre ellos que no te interesaba ver (como «el cocodrilo que se comió a un bebé» o «imagen de los rastros de McDonalds con carne humana» y cosas similares). Y lo que a ti te gustó era el mensaje de ánimo de la foto del gato, no el gato, por lo que en realidad se aleja de tus intenciones.
El problema es el efecto acumulativo: entre más gatitos y animales te presenta, es más probable que sigas dándole al «me gusta» a imágenes similares, lo que te va encasillando cada vez más. Entonces, al cabo de una semana de seguir dándole «me gusta» a gatos casi no te pondrá imágenes de perros o de otras cosas más allá de los animales.
El segundo argumento que plantea es que es muy cómodo decirle «me gusta» a un texto o imagen de alguien, y con ello sentir que ya interactuamos con esa persona. Es como levantar un dedo para agradecer a quien te quiere dar un abrazo, sin darle una correspondencia profunda a sus gestos. Si, es más fácil y cómodo, pero deja relaciones muy superficiales en lo que podría ser algo profundo.
El tercer argumento es que hace que te etiqueten en gustos y preferencias y te den cada vez más publicidad limitada o enfocada a ciertas cosas, que pueden no gustare, pero que te van encasillando. Así que, por ejemplo, al dar me gusta a notas sobre el diseño de un logo la única publicidad que he tenido a lo largo de una semana es de sitios de diseño, de logos y de mercadotecnia -ojo: me pasa porque casi no uso Facebook desde la computadora, y con dos cosas «gustadas» en ese sentido ya me etiquetó como fan del tema-.
Total, que hay tres resoluciones que tomé y les comparto:
- NO usaré el botón de «me gusta» en Facebook durante dos semanas al menos.
- Si algo me gusta, o me invita a compartir, lo haré con palabras -así sea escribiendo «me gusta»- y no con un click en un botón. Esto contribuirá a mejorar el debate y la interrelación en el sitio. Por supuesto, compartir algo que me gusta en mi muro es bienvenido como opción.
- Responderé a todos los comentarios expresos hechos en mis publicaciones, e ignoraré los «me gusta» que reciba. Vaya, me darán gusto pero no los contaré como interacción.
Veremos, al cabo de dos semanas, qué sucede. Por cierto, para quienes quieran conocer el texto de Elan Morgan del que hablo en esta entrada, pueden encontrarlo -traducido- en la web de Leo Rodrígez, aquí. Y, por supuesto, si les gustó esta entrada, les invito a dejar un comentario aquí o compartirla en su Facebook… pero no a darle «me gusta», ¿Les gusta la idea?
Imagen de hoy por Ludwig Gatzke via Compfight
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