La revelación de más de once millones de documentos del despacho Mossack Fonseca de Panamá a través de un periódico alemán y el «Consorcio Internacional para el Periodismo Investigativo» le dieron en la línea de flotación a la confianza global respecto a algunos de sus líders. Los denominados «Panama Papers» pusieron al descubierto una red que incluye a 75 líderes mundiales o sus allegados, además de artistas, futbolistas, empresarios y famosos.
La filtración de los documentos tomó un año para verificar los nombres y entidades de que se hablaba, y supuestamente la hizo un ex empleado de la firma «porque sí», sin contraprestación económica alguna. Y si bien señalan algo que ya era sabido, da pie para la reflexión.
Panama Papers: lo legal.
En sentido estricto, tener dinero fuera del país o constituir una empresa off-shore, por si mismo, no es delito y es algo que ya señaló, por ejemplo, el Sistema de Administración Tributaria en México. Claro que no es así en todos los países: por ejemplo, nos señalan amigos de Argentina que en las épocas en que los políticos de su país hicieron sus depósitos a través del despacho de Mossack Fonseca había un control de cambios y no debía salir dinero alguno de su nación si no era previamente declarado. Y eso incluye al ahora presidente Mauricio Macri, a la expresidenta Cristina Kichner y a varios de sus ministros. Allí si parece ser algo ilegal directamente.
El problema es que esas figuras legales están peligrosamente cercanas a actividades ilegales, como lavado de dinero, evasión fiscal y secrecía para recibir sobornos, entre otras cosas. Es decir, ¿para qué constituir una sociedad anónima «secreta» si vas a hacer algo legal? Bastaría con crear una Sociedad Anónima en tu país y todo queda resuelto. El problema, según dicen algunos, es que hay países en que tal secrecía de los registros no existe y demostrar que tienes dinero te hace vulnerable lo mismo a los gobiernos autoritarios que ante el hampa.
Pero en estricto sentido, legalmente no hay nada de malo en tener dinero en otros países o en constituir una empresa off-shore, como lo señalan la mayoría de los registros de los Panama Papers. Hay quienes han dicho que el único delito que realmente prueban los documentos de la investigación es el inadecuado manejo del periodismo: los reporteros y medios podrían ser acusados de robo de información, de difamación u otras figuras similares… porque publicaron documentos obtenidos ilegalmente, pusieron por igual a delincuentes e inocentes ante el escarnio público, y porque enfatizaron más en unos personajes que otros.
Panama Papers: lo ético.
En un sentido estricto, lo que revelan los Panama Papers no es ilegal, pero definitivamente es poco ético. Sin duda, se ve muy mal que no quieras pagar impuestos en el país que gobiernas. O que quieras esconder tu patrimonio, sabiendo que bajo un régimen de transparencia no podrías demostrar el origen lícito de tus bienes.
Aquí destacan el caso del primer ministro de Islandia, quien dedicó buena parte de 2015 a fiscalizar a los islandeses que tenían recursos en paraísos fiscales, para que se revelara que él y dos de sus ministros tuvieran cuentas off-shore y cuyos ingresos no habían declarado. Es decir, era el promotor de una cacería que pudo haberle incluido directamente a él.
Hay que mencionar que no hay diferencia ideológica: entre los clientes de Mossack Fonseca aparecen dictadores como Gaddaffi -ya muerto-, presidentes «duros» como Hugo Chávez -ya muerto- o Vladimir Putin y figuras del deporte como Leonel Messi, en cuyo caso el hecho sensible es que abrió su cuenta y creó sus empresas off-shores a los pocos días de que el gobierno español le anunciaba que lo auditaría. Esto es, parece que intencionalmente escondió su riqueza del fisco.
En el caso de los mexicanos, hay cuatro que aparecen mencionados: el dueño de TV Azteca, el director de finanzas de Televisa, el alcalde de Boca del Río e hijo del candidato a gobernador de Veracruz por el PAN y el dueño de Grupo Higa, legalmente titular de la «Casa Blanca» de las Lomas quien la fió a la primera dama Angélica Rivera. Lo curioso, por ejemplo, es que Salinas Pliego usó los recursos para comprar arte en las subastas de Sotheby’s y tener un yate de bandera panameña; e Higareda transfirió a su mamá y su suegra cien millones de dólares a los pocos días de que estallara el escándalo de «la Casa Blanca» del presidente. Es decir, por si solos no son cosas malas; pero el contexto en el segundo caso hace ver una intención de esconder su patrimonio del descontento popular y del riesgo de acciones en su contra que eso implicaba.
Como sea, veremos caer gobiernos y políticos a raíz de este escándalo, más pronto de lo que creemos… y casi ninguno en México. Porque son pocos, la mayoría de ellos tiene buenas razones para aparecer allí…. y tal parece que ni la autoridad mexicana los quiere perseguir. A ver que ocurre.
Porque ya habíamos tenido una discusión similar a la que se plantea a raíz de los Panama Papers: no es lo mismo ser ético que ser legal. Se puede ser totalmente lo segundo sin ser para nada lo primero. Y por eso este debate sobre el eco de lo ético y lo legal sigue pegando en este caso también.
Imagen de hoy Thomas Nilsson via Compfight