A lo largo de mi vida, en particular en la profesional, me he encontrado que hay dos cosas que ocurren con frecuencia y que es difícil aprender a hacerlo bien: Ser y dejar de ser. Me pasó la primera vez que fui Director General de un proyecto importante: no me dejaban entrar al edificio, porque no sabían quién era la persona nombrada, y menos que era yo. Y como no dije quien era, sino nada más mi nombre y la persona a la que iba a ver -quien sería mi secretaria-, pude escuchar buena parte de la «charla de radio pasillo» del personal que estaba en la puerta esperando al nuevo jefe. Para mi fortuna -o no-, tenían el nombre de un señor «González Juárez», y no de «Gonzalo Suárez», así que durante unos minutos yo era un pedidor de citas más y no el futuro jefe de todos ellos.
Pero así como llegó, un buen día se fue. Porque así pasa en campos de la administración pública: una mala decisión, una frase incorrecta, un error de un jefe o de un subordinado… Y estás fuera. En la mañana llegué a plantear la agenda y tareas de la segunda mitad del mes, las metas a lograr, lo que teníamos que construir. Por la tarde pasó algo ajeno a mi que llegó hasta el jefe de mi jefe. En la noche… era un desempleado camino a casa, con mis cosas personales en una caja y con la duda de qué sería de mi y de mi familia en la siguiente quincena. Porque así como llegué sin que lo esperaran, así me tuve que ir sin mayor aviso que un par de horas. Ser y dejar de ser el prominente Director General.
El cambio es la única constante.
Ya les he comentado en distintas etapas en que eso pasa. Por ejemplo, en este texto de 2015: Adaptarse al cambio. Justamente se escribió en un periodo en que estaba en una etapa turbulenta, en la que buscaba arrancar un proyecto propio ante una serie de despidos en dónde era mi trabajo. Por supuesto, no ha sido ni la única ni la peor vez en que me ha tocado vivir la incertidumbre. Y lo traigo a colación porque ya pasó la elección federal, y muchos amigos y conocidos que eran diputados ya no lo serán. Otros buscaron otros puestos, y perdieron ambos. Algunos más llegaron, casi sin esperarlo. Digamos que es en esas personas en quienes pienso al escribir este texto.
Recientemente me encontré una frase que dice Yoda en el Episodio III, «La venganza de los Sith». Esa primera trilogía de Star Wars tiene sus momentos sin duda; pero en general no le concedo mucho nivel. En particular en lo filosófico. Ese galardón se lo lleva «El imperio contraataca». Sin embargo me encontré una frase que el maestro Jedi le dice a un enojado Anakin Skywalker: El miedo a la pérdida es un camino al Lado Obscuro… entrénate para dejar ir todo lo que temes perder. Es el desapego del que habla Buda… y otra manera de decir lo mismo que planteé en la entrada que les cité arriba, la de Adaptarse al cambio. Me hizo tanto sentido que hasta la puse en mi Twitter:
Ser y dejar de ser.
Eso de aprender a ser y dejar de ser no es tarea sencilla. De entrada, debes tomar decisiones rápidamente, en un entorno de equipos en que la mayor parte de tus subalternos saben más del tema que tú. Al menos, tienen perfectamente claro qué es lo que ellos hacen. Saben qué cambios mejorarían su trabajo -o su bienestar-. Y la verdad es que no tienes claro qué te dicen con una razón técnica y qué buscando un beneficio personal.
Además, es un gran momento para la grilla: tirarle tierra a los compañeros o lanzarse porras individualmente, de manera que se pueda ganar en el ánimo del nuevo jefe lo que con trabajo o por antipatías se perdió con el anterior. Varias veces me ha tocado ver personas que estaban a punto de ser despedidas en la mañana y que tienen un ascenso en la tarde -justamente porque corren a sus jefes-. O también los que estaban castigados en un rincón, y dado que no los invitaron a la fiesta de despedida de los que ya se iban, los descubre el nuevo superior trabajando cuándo los demás ya se fueron.
Pero también cuándo te vas. Algunos de los mejores colaboradores que he tenido los descubrí justamente por su apoyo al irme. Con algunas -porque suelen ser mujeres- sigo en contacto y soy buen amigo. Más por lo que hicieron cuándo me iba que por lo que hicieron mientras estuve.
Tal vez una pieza clave al aprender como «ser y dejar de ser» es no olvidar que todo es temporal, que nada es tuyo; que hoy estás y mañana no. Y que, más que reescribir la historia o reinventar el hilo negro, lo mejor que puedes hacer es dejar un grato recuerdo en tus equipos.
Aprender cómo hacerlo.
Pero eso que pasa en lo laboral, sucede también en lo personal. ¿Cuándo ya no es válido decir un piropo o que quieres a alguien, sin que se ofenda? ¿Se puede tener atenciones y cuidados? ¿Darle un masaje a la anterior pareja es válido o no? ¿Y hacerle una broma subida de color? ¿Mandarle un meme sexoso o sonar seductor? Es un balance complicado. Por eso, a veces no es fácil llevarse bien con tus ex, sea que hayan pasado quince años, tres o unos meses. Es fácil perder la referencia correcta.
Y si eso pasa en las relaciones personales, cuantimás en las laborales: ¿Es válido darle información interna a tus ex jefes? La lealtad para el equipo, ¿es hasta que dejan de estar juntos, o hasta que dejas de ser útil? ¿Invitar a salir a una ex colaboradora se vale a las dos semanas o a los dos años? La diputada que te maltrató injustamente, ¿Debe ser perdonada al volver a ser ciudadana ordinaria, o la afrenta es permanente? Quien te ofreció un favor y ya no pudo cumplirlo ¿Es una mala persona o la atrapó la circunstancia?
La regla de oro
Creo que la clave es la misma: preservar la regla de oro: «No hagas a los demás lo que no quieras que te hagan a ti». O, fraseada en positivo: «Trata a los demás como quieras que te traten». Así, ser amable, atento y servicial con todos es lo mejor. Así ocurra porque eres el nuevo jefe, o porque dejaste de trabajar allí. Lealtad, respeto, aprecio, y algo de camaradería siempre se debe tener. Y no olvidar lo que cantaba Celia Cruz:
Todo aquel que piense que la vida
siempre es cruel,
Tiene que saber que no es así
Qué tan solo hay momentos malos, y todo pasa.
Todo aquel que piense que esto nunca va a cambiar
Tiene que saber que no es así,
Que al mal tiempo, buena cara, y todo cambia.
Víctor Romero Daniel, interpreta Celia Cruz.
Imagen de hoy: Foto de Sklei en Pexels.com