Síndrome del engaño o «dolor del impostor» es una expresión que se refiere a aquel tipo de vergüenza que sienten algunas personas que no son lo que otros creen que son. Pero es particularmente cierto cuándo las personas creen que eres mejor de lo que eres. Por ejemplo, cuándo te presentan con un grado más alto. -«El doctor…». -«No soy doctor, soy maestro». -«Usted disculpe, parecía más inteligente». Ouch. Otros, cuándo te dan carácter de experto en un tema en el que apenas tienes curiosidad. Confieso que es algo que a veces me ha pasado y me hace sentir bastante mal. Tanto, que lo evito. No siempre lo logro, pero al menos intento evitarlo.
Por supuesto, muchos vendedores o «gurús» de ciertos temas son maestros en vencer el síndrome del engaño. Hablan con tal seguridad y conocimiento de los temas, que parece que saben realmente. Y si ven a alguien con la inteligencia, experiencia o capacidad de descubrir su engaños… pues se alejan y dejan su aura intacta.
Por ejemplo, P.T. Barnum, el célebre cirquero. En su colección había engaños -como la sirena– y cosas reales -como el cerdito siamés-. Pero más gente creía que era cierta la sirena que el cerdito. Nos gusta engañarnos tal vez. Nos hace sentir mejor. O eso dicen algunos. Lo cierto es que su frase «nace un tonto cada minuto» le hacía que, al vencer el síndrome del engaño con tal certidumbre, la gente lo hizo el hombre del espectáculo más notable del cierre del siglo XIX y el inicio del XX.
¿Mentira o síndrome del engaño?
Viene esto a colación porque, a raíz de una entrada anterior, en que decía que no tuve talleres en el primer trimestre, alguien me dijo que «porque suenas a mentiroso». De nada sirve que diga que puedes acabar una tesis o novela en un mes, si en mi página de Amazon no hay un libro al mes. O que aparezca que el próximo taller es «en enero», a principios de abril.
Es cierto que estos tres meses he ayudado a tres tesistas y un par de novelistas. Más otros proyectos que se vienen. Pero… no suena creíble si los sitios no lo reflejan. ¡Vaya! Si ni siquiera había publicado tres veces a la semana. No importan mis dificultades para conectarme al Internet la mayor parte del día: «bien puedes hacerlo muy temprano en la mañana o muy tarde en la noche». En parte es cierto.
También ocurre que estos días estoy «on demand» en cierto proyecto. Auténticamente, como bombero. Puedo estar de guardia un par de horas sin que pase nada; pero de repente tengo 20 minutos para resolver algo que normalmente toma un par de horas. Entonces, con estrés y todo, a sacar el problema. (Iba a decir «sacar las castañas del fuego», pero es una anécdota en sentido contrario a la de «ser bombero»).
El problema con eso es que rompe mi «estado de flujo«. Típicamente me toma unos 15 a 20 minutos llegar a él. Puedo estar cómodamente allí entre una y dos horas, siempre que nada me distraiga. Apago el celular y cierro el Internet para que no haya alertas. Pero… la condición es «concentración total», lo que no me es posible en este momento y ambiente.
No solo eso…
También confieso que me está llegando «la ancia«, y me empieza a afectar. ¿Cuál ancia? La ancianidad: mis ojos ya se cansan y he notado que, si trabajo más de dos horas consecutivas, se me van muchos errores de dedo.
Añade que una misma posición y la espalda, o los hombros, o las piernas molestan. Requiero un sillón nuevo, una mesa regulable en altura y otra lámpara. Nada es gratis, por lo que tardaré en incorporarlos.
Pero, más importante, debo poder vencer el «síndrome del engaño». Aunque mis talleres no se llenen -o ni siquiera tengan el mínimo- son buenos. A pesar de tener pocos «me gusta» en Facebook o compartidos en Twitter, hay lectores que diariamente pasan por aquí.
Tal vez no publico un libro al mes, pero es un círculo vicioso: no publico más porque no vendo más, y no vendo más porque no publico más. Me gana la novedad, las ideas y proyectos nuevos antes que seguir con los que ya tengo. Tal vez no soy tan grande como a veces me siento, pero tampoco soy el enano que algunos me hacen creer.
También sé que temas personales me están deteniendo, y lo poco que falta para vencerlos. Sí, a veces hay que ser el único loco que cree en uno mismo. Pero «Yo soy exitoso. Yo soy creativo. Yo soy escritor de éxito y mis talleres se llenan». Tal vez me falta salir de mi zona de confort y hacerlo con más ahínco. Meter más publicidad. Y aceptar que el síndrome del engaño es algo que debo dejar de lado. Ante todo, porque no engaño y hago lo mejor que puedo con lo que tengo en estos momentos. Así sea poco.
Imagen de hoy: Montréal début XX è siècle. Le géant Beaupré por DubyDub2009
La verdad eres un gran apoyo para todos los que conformamos la región sur del NaNoWriMo. Y recuerda que, como canta Yuri, «siempre vendrán tiempos mejores» Te mando un fuerte abrazo.
Gracias amigo. En efecto, el NaNoWriMo nos ayuda a llegar a más personas, aunque ser ML me ha costado avanzar menos en mis propias novelas. Y sí, hay buenas señales de mejoras en camino. Saludos y gracias por leer y comentar.