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De acuerdo a la teoría del crecimiento, si juntamos dinero suficiente y lo invertimos sabiamente, podremos producir más elementos de producción que crearán más riqueza y nos permitirán seguir creciendo la producción, ahorrar más, invertir más y seguir creciendo. esto, dicho de manera muy rápida y simple es la teoría del crecimiento económico. Y suena lógico y tiene razón.
Sin embargo, hay un factor clave: las pirámides de Egipto llevan allí miles de años, y aunque hagas un hotel o un campo de golf al lado, no puedes tirarlas para hacer algo más. La torre de Londres lleva un milenio albergando historias del poder real británico, y aunque cruzando el río Thamesis tienes un barrio ultra moderno y elegante, no puedes crecer donde ya hay algo. Es cierto, puedes tirar una casa vieja y hacer un edificio encima del predio, pero hay límites a este crecimeinto.
Hoy, Paseo de la Reforma tiene un gran boom de edificios grandes -auténticos rascacielos, acordes al límite que fija el suelo arcilloso-. Y para ello hay que tirar casas porfirianas. Tal vez el intercambio vale la pena, pero es uno de los límites al crecimiento: no puedes hacer lo nuevo muy a las afueras, porque «está muy lejos», pero tampoco puedes hacerlo en el centro sin destruir algo que exista previamente. Es un balance delicado que hay de considerar en este tema.
Esa necesidad de conservar algo que ya existe no es el único límite al crecimiento económico que padece México. Si, cuenta; pero más que por el hecho de no tirar Templo Mayor para hacer encima una Catedral (esperen, ¡eso si pasó!) es por el hecho de querer conservar cosas que no funcionan bien con el ánimo de no cambiar. Las inversiones se concentran en donde ya hay mucho y son poco productivas -o acumulan más riqueza en dónde ya hay- o se hacen en campos en que ya existen, y por tanto son menos lucrativas que las obtenidas en campos de frontera.
Es un punto que explica por qué no crecemos. Pero no es el único. Mañana continuaremos con esta serie sobre «¿Por qué no crecemos?»
