La primera vez que vi a Treece fue hace casi tres décadas. Ella era jefa de una oficina en la Dirección Escolar del ITAM (si no recuerdo mal, era en admisiones). Patricia Medina tenía, entre otras funciones, coordinar el ejército de voluntarios que ayudaría a los procesos de inscripción, en particular con los chicos de primeros semestres. El beneficio, para casi todos los voluntarios, era poder hacer horarios primero, antes que nadie: a cambio de 48 horas de voluntariado en el semestre, podías tener a los mejores maestros en las clases más cómodas. Era un buen premio.
Cuando llegué a ofrecerme, ya no había espacio para los voluntarios. Se había saturado el cupo, y había dos semestres de lista de espera. «No importa, yo quiero ayudar. No me interesa el horario preferencial». A final de cuentas, en ese semestre tenía muchas horas ahorcadas y aún no trabajaba. Me dejaron hacerlo. Cerca del final del semestre, un día Treece le pidió a su secretaria el reporte de horas. Yo llevaba casi 96 horas acumuladas. El segundo lugar, menos de 40. Algunos no llevaban ni 10. Se sorprendió, más que nada porque alguien que ni siquiera era voluntario oficial pudiera haber ayudado tanto. Me dejó hacer el horario primero el siguiente semestre. Pero, además, me dejó colaborar en otras áreas, como Promoción y en Relaciones Públicas, a ratos prestándome y eventualmente, transfiriéndome.
Un par de semestres después fue nombrada Directora Escolar. Y en ese cargo pasó casi tres décadas.
Tenía dos cualidades: Su «no» era no. Definitivo. Total. Tajante. Como debe ser alguien que aplica la autoridad ante jóvenes que creen que están exentos de las reglas. Aunque, para ser franco, rara vez le oí un «no». Y la otra cualidad: siempre me tocó ver que apoyaba cualquier proyecto -razonable- que le presentaran los alumnos. Si no era razonable, les sugería cambios. Si era verosímil… posible, lo impulsaba aunque implicara riesgos. Apostaba por los jóvenes y sus ideas..
Eso lo observé como alumno, como empleado, como voluntario, como miembro del periódico de alumnos y como presidente de EXITAM en 2005.. Como miembro de la primera generación de El Supuesto, periódico de alumnos del ITAM (y tal vez el primer periódico en la WEB en México: data de 1994), nos encontramos que una vez a Presidencia no le había gustado uno de nuestros reportajes. Incluso, fueron a la casa del ex director para llevarlo a Los Pinos. Amenazaron con demandarnos. Treece, al tanto del tema, nos ofreció el apoyo del Abogado General y logramos evitar el conflicto legal. Siempre tenía una palabra de apoyo y un gesto amable… hasta cuándo debía decirte que no.
Treece, nuestra última charla.
La última vez que la vi, le ofrecí un ejemplar de Escribe Hoy. Me dijo que lo leería, para ver si podíamos hacer una edición conjunta, porque podía ser una buena herramienta para los estudiantes que estaban por titularse. Quedamos de vernos. Pasé una semana antes de las vacaciones de primavera: no estaba en su oficina. Quedé de volver regresando. Ya no la vi. Murió el domingo pasado, último día de vacaciones.
Lo más notable en su funeral era la cantidad de gente que llegó, toda con muy buenos recuerdos de su sonrisa franca y su actitud firme, amable e inteligente. Algunas de sus colaboradoras directas estaban tanto o más afectadas por la noticia que algunos familiares. Sí, sin duda se supo ganar el corazón de muchas personas.
Vaya mi pésame para su compañero de vida, Alejandro Hernández; para sus dos hijas, hermanos y padres. Guardaremos siempre el cariñoso recuerdo de Treece. Y como leí en Twitter: «Ella, responsable de darnos una primera o segunda oportunidad a tantos jóvenes, merecía que la vida se la diera también». Y estoy de acuerdo. Descanse en paz nuestra querida amiga Paty Medina.