Pocas cosas me dan tanto gusto como terminar de escribir un libro. Y una de ellas es… ver que otro autor que conozco ha terminado SU propio libro. Y aún más: verlo publicado. Por eso, cuándo vi que hoy está disponible «Atrapado en el infierno de otra mente« de mi amiga Mónica Moreno -autora del blog una mujer como todas– tuve que comprarlo de inmediato.
Como saben, Mónica lleva varios años escribiendo para distintos blogs en México y el mundo. La habré conocido en línea -y luego en persona- hará unos cinco años. Nos ciberpresentó un amigo común. Luego, le perdí la huella porque dejó de publicar. Y hace poco más de un año empezamos a desarrollar su blog. Ya cumplió un año y ya publicó un primer e-book con lo mejor de su bitácora, especializada en mujeres de cincuenta años y más.
En octubre pasado empecé a hablarle del NaNoRiMo a varios amigos, incluida Mónica. Como saben, este ejercicio nos pide completar un borrador de una novela de al menos 50,000 palabras en un mes. Cinco amigos me dijeron que lo iban a hacer. Tres me consta que empezaron. Mónica llegó a la meta a las 11 de la noche del último día, según cuenta. Me consta que acabó -de los demás, creo que no-.
Luego, desde diciembre ha sido la duda si edita o no, si corrige o no, si publica o no… por eso, ahora que ya lo lanzó no puedo menos que felicitarla y leer su trabajo. ¡Muy bien Mónica, lo importante es que nada te detenga en lograr tus metas! Y con permiso de Mónica Moreno, acá les comparto un fragmento de su libro. Ya saben, haciendo click sobre la imagen irán a Amazon (o Amazon México) y podrán comprarlo como e-book y muy pronto en papel también:
Atrapado en el infierno de otra mente
UNO.
Es la tercera vez que Gabriela llama a la oficina de Gerardo sin éxito, él no atiende el celular. Toda la tarde ha estado pensando en dónde estará. Cuando se fue en la mañana le dijo que debía ver a varios clientes, pero ya es tarde. 8.20 pm ¿Por qué no contesta? ¿Estará con alguien más? ¿Fue a otro lugar? La duda y la rabia la tienen atrapada.
Otra llamada más al celular, al fin contesta.
– ¿Dónde estás?– le pregunta Gabriela.
– Te dije que tenía varias citas con clientes.
– Pero ¡mira la hora!¿Qué cliente atiendes a esta hora? ¿Por qué no puedes contestarme? En tu oficina no saben en dónde estás. Dime ¿por dónde vienes?
– Estoy camino a casa, en un Uber, ahora te mando todos los datos para que puedas perseguirme hasta que llegue– dijo mientras cortaba la llamada ya con los nervios crispados.
Son las 9.45 pm cuando llega a casa. El edificio ubicado cerca de Avenida Reforma, casi por detrás de la Embajada Americana esta todo encendido, lo que indica que los vecinos están despiertos y el escándalo que se viene va a ser escuchado por todos.
Llegaron a vivir ahí aproximadamente hace 10 años, cuando Gerardo se convirtió en Gerente de Ventas de la empresa. Pensaban iniciar una nueva etapa después de años difíciles en muchos sentidos.
Con mucho entusiasmo comenzaron a decorarlo, fueron lentamente para asegurarse que todo tuviera una excelente calidad y buen gusto. Ahora luce muy al estilo minimalista, color chocolate y hueso. Con muchos detalles de diseño. Le gustaba su casa, le gustaba llegar excepto por lo qué y quién lo esperaba.
Atrapado por Gabriela, la insufrible
Gabriela en los últimos años se había vuelto totalmente insufrible. Sus celos e inseguridades, eran más difíciles de tolerar. Mientras el taxi avanza por el caótico tráfico de la ciudad, la desesperación lo hace presa. ¿Es esto lo que quiere en su vida? Sigue el camino, se debate entre su deseo de llegar a descansar y el de huir para siempre.
Ensimismado en sus pensamientos, el taxista le anuncia:
– Hemos llegado su destino. Que tenga una reparadora noche.
Él solo asiente dándole las gracias.
Al entrar saluda al conserje. Está tomándole mucho tiempo cruzar el lobby del edificio, como si los pies los tuviera clavados en el piso y cada paso es un esfuerzo sobrehumano. Llega al ascensor, oprime el primer piso. Espera.
Atrapado, y todo por una pasta…
Mientras tanto Gabriela sigue peor que bestia enjaulada. Oye la cerradura cuando abre y sin dar oportunidad de decirle una palabra comienza su ataque.
– Te llame en mañana y me dijeron que estabas en una junta. ¿Por qué no me devolviste la llamada?
– Porque enseguida salí a ver mi primera cita.
– ¿En dónde fue? ¿Quién era? ¿Hombre o mujer?
– ¿Que importa eso? Era un cliente y nada más.
– Contéstame ¿Hombre o mujer?
– Hombre.
– Y… ¿Cerraste el trato?
– Si.
Y luego cuando volví a llamarte al celular al medio día, no tomaste la llamada. ¿Qué hacías entonces?
-Pues seguir con el cliente, fuimos a almorzar.
– ¿Solos? ¿Los acompaño alguien?
– Solos, después fui a mi siguiente cita, y sí, era una mujer. La encargada de compras de esa empresa, con la que tuve que salir a comer.
– Ah, pues ahí la razón ¿no? Seguro que era muy linda e inteligente, y a mí no podías ni tomarme la llamada. ¿Y todo el resto de la tarde? Mira la hora que es. A mí me urgía consultarte algo.
– ¡Para ya tu carro, Gabriela! No puedo estar contestando tus llamadas cuando estoy en junta con los clientes, entiende por favor. Y baja la voz que todos los vecinos se enteran. ¿Qué es lo que querías decirme con tanta urgencia?
– Estaba en el súper y la marca de pasta dental que usamos normalmente no había, quería que me dijeras si estaba bien comprar de otra.
– ¿Es en serio? ¿No puedes tomar esa decisión tu sola? ¿Tenemos que tener esta escena cada vez que no contesto el teléfono?
– Es que no entiendo por qué no puedes contestar, soy tu esposa. ¿Te da pena? ¿Me ocultas?
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