Cantar a pulmón: atrévete de vez en cuando.

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Cantar a pulmón: ¡Hazlo!

Estoy seguro que a todos nos ha pasado: hay momentos en que estamos tristes, deprimidos, abrumados. Y cada quien tiene su manera de resolverlo. Unos lo hacen mediante alcohol, drogas o medicamentos. Otros, volcándose en relaciones afectivas -incluso algunas muy tóxicas-. Otros lo hacen aislándose o meditando. Cada quien tiene su forma favorita de hacerlo. Yo he encontrado recientemente que cantar a pulmón es una de las mejores formas para ponerte de buenas. Y eso es parte del proceso de madurar que creo que estoy descubriendo: dejar de temer al ridículo.

Sé que no es algo nuevo. Muchas personas lo han hecho antes, y sin duda a veces lo he hecho en la regadera, a solas, sin que nadie escuche. Y sí: alzar la voz melódicamente es una delicia. Ya saben: Dichos y Bichos es, además de un lugar para publicar y recomendar cosas, una especie de bitácora de mi viaje en la vida. Poco que ver con lo laboral o con el trabajo. Es un espacio personal. Lo insisto porque algunos lectores se han quejado de que «ya hablo mucho de mi y menos de consejos o historias interesantes». No se apuren: ya habrá un espacio especializado en eso.

También me han comentado que la frecuencia de las entradas ha bajado. Sí, el regreso a la nueva normalidad me ha ido recortando tiempos libres. Ni modo, es parte del proceso. Entiendo si muchos creen que «este blog ya no es lo que era». Pero bueno, en más de diez años de publicar -a veces diario, a veces tres veces por semana, o ahora una vez a la semana- este ha ido cambiando. Igual que el autor. Por eso, agradezco que anden por acá.

Hamilton: Una sorpresa.

Hace algún tiempo descubrí el musical Hamilton. Debo confesar que es una de las pocas cosas que traigo descargadas en el teléfono para oírlo incluso cuándo no hay señal. Porque reúne tres cosas que me encantan: teatro musical, historia y política. Y más que es atípico: escrito básicamente como hip-hop, es muy rápido en ritmo y muy honesto en sus letras. Digamos que presentar a tu héroe en la primera estrofa con «¿Cómo pudo un bastardo, huérfano, hijo de una puta y un escocés, nacido en medio de la nada…? el Padre Fundador que no tuvo padre» no es halagador. Confieso que uno de mis sueños pre-pandemia era viajar a Nueva York para verlo en vivo. Y ahora que se estrenó en Disney+ lo vi unas tres veces.

Hay algunas canciones que se han vuelto referente en mi vida. Y es que Lynn-Manuel Miranda, el autor, hizo un gran trabajo con esta obra. Lo mismo para hablar del amor, de la familia, del trabajo, del deseo por cambiar el mundo y hasta de la importancia de temas que a la mayoría no le importan. The room where it happens fue un himno en un momento en que mi trabajo exigía estar hasta la madrugada en un lugar en dónde muchos no querían estar: El Palacio Legislativo de San Lázaro… precisamente participando en la toma de decisiones claves. Y cuándo alguien me decía que no entendía por qué hacer eso… me acordaba de esa canción y me recordaba que estaba en el interior de ese cuarto. Aunque no fuera protagonista en la Historia, sino un mero apoyo.

Vaya: es un musical fuerte, que se ganó varios premios Tony, Grammy y hasta el Pullitzer por guión adaptado. En cuánto tenga versión en cine, seguro tendrá el Óscar también.

Descubirme cantando.

Lo traía el otro día en la camioneta, a alto volúmen. Llegamos a una de las canciones en que Hamilton pelea con Jefferson ante el presidente Washington… con todo y groserías y albures. Y me descubrí cantándolo fuerte y claro. Con todo y sus palabrotas -que tiene letras muy rudas, por cierto-. Y vi que, desde los vehículos de ambos lados me veían con cierta extrañeza y admiración. Tenía público. Involuntario y desconcertado. De un lado, un señor con cara de «que feo canta y qué horrible música». Del otro lado, una mujer con hijas adolescentes que casi casi me pide mi teléfono para salir, al verme tan desinhibido. Pero bueno, venía en mi mundo, cargado de energía tras una mañana que había sido difícil. Eso fue descubrirme cantando.

Y entonces ví esa faceta que me era un tanto desconocida. De niño y joven hice teatro musical. Cierto, dado que mi voz no era la mejor y carecía de entrenamiento, preferían darme roles de coro. Y eso si, hacer algunos pasos de las coreografías como solista o en pareja. Claro que en un género en que predominan mujeres, ser uno de los pocos hombres y, además, de complexión robusta, permitía ser el eje para que una bailarina ágil hiciera malabares, saltos, giros y que pudieras hasta levantarla en alto. Esos complejos pasos del rock’n’roll que sorprenden a más de uno. Pero cantar…

Ni en los karaokes ni en las fiestas. Tal vez porque alguna vez que lo intenté de joven delante de unas amigas -que decían que «me parecía a Luis Miguel», y me pidieron cantar imitándolo; luego me enteré que lo decían de burla-. Sí, hay algo que canto cada semana en público… pero porque es sencillo y tiene otro sentido. Ya les contaré.

Cantar a pulmón: la lista.

Tal vez como parte de la madurez, o del irse quitando reglas inútiles; o por una buena experiencia del primer trimestre que me sacudió muchas cosas y me hizo derribar torres que parecían inexpugnables hasta entonces, empecé a generar listas de Spotify adicionales a los discos que tradicionalmente tenía. Más allá de soundtracks o música para escribir. Listas que me animan y me hace cantar.

Hasta que hace poco, de plano, creé una lista llamada «Cantar a pulmón», cuya descripción dice textualmente: «Si no cantas al menos los coros en tres canciones seguidas… no te gustará esta lista». La integré con canciones de las que, al menos, me sé los coros o, de plano, toda la letra. Y a veces la pongo al manejar solo -e incluso, con mis hijos-. Y allí me tienen, de cuándo en cuándo «cantando a pulmón». No, ya nadie me ve raro. O si sí, no me importa. Tal vez porque son convencionales, porque me recuerdan momentos importantes o me animan. Cada canción de la lista me dice algo. Si quieren conocerla, cantar conmigo o sugerirme canciones, pueden encontrarla (y seguirla) aquí.

A raíz de eso, incluso me encontré amigas y amigos que tienen sus propias listas para cambiar de ánimo: para sentirse alegres, poderosos, creativos; para llegar en paz a casae, incluso, para hacer la limpieza en casa.

Si tienen una lista propia que les interese compartir, déjenla en sus comentarios. O si les interesa sugerirme canciones, pueden escribirme a gonzalo @ gjsuap.com. Y lo lamento: aún no estoy listo para hacer presentaciones personales o animar fiestas. Aún me gana cierta timidez y dudo hacerlo bien aún. Pero eso no impide que me descubran, de cuándo en cuándo, manejar o estar en casa cantando a pulmón.

Imagen de hoy: Imagen de Pixabay en Pexels.com

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