En los momentos en que me concentro en el proceso de escribir algo -en particular libros-, hay dos cosas que he notado que se acompañan. Creatividad y flujo. Estos dos factores suelen acompañarse y, cuándo eso ocurre, se logran mejores cosas que cuándo se presentan por separado. Así que hay un énfasis en cómo hacer para lograrlas.
Lo traigo a colación porque cierto libro que estoy leyendo -y que reseñaré pronto- hace mucho énfasis en que es posible generar importantes cambios cuándo en tu vida generas ejercicios mentales para ello. ¿La condición de éxito? Simple: que apliques juntos creatividad y flujo. Así se pueden lograr mejores cosas.
Sí, es posible entrar al flujo haciendo cosas muy distintas y no solo tareas creativas; y también es posible estar en un proceso creativo sin que llegues al flujo. Pero si se presentan juntos, el resultado será mejor.
Creatividad y flujo
Creatividad es ese momento en que tu cerebro une cosas ya conocidas para crear cosas nuevas, de ser posible, con un producto artístico. Pero también es creativo el señor que cuenta una historia para justificar un retardo o el niño que hace dibujos de dinosaurios en el desierto. Por supuesto que los artistas son quienes más lo usan.
El flujo es aquel momento en que tu cerebro se concentra tanto en una tarea que lo demás «deja de importar». Debe ser una tarea lo suficientemente retadora para mantener todo tu interés, pero no imposible de lograr porque se vuelve frustrante. Que permita que te alejes de tu entorno y del medio lo suficiente. Y que, incluso, altera tu percepción del tiempo. De ello nos habló Bradbury en «El Zen y el arte de escribir».
Allí escribió que ese proceso (de entrar al flujo) lo hizo por muchos años, sin analizarlo. Hasta que leyó un ensayo sobre el arte Zen del tiro con arco, que dice que no debes fijarte en el objetivo, sino en el proceso de tomar el arco y tensarlo adecuadamente. «Y cuándo logras hacer eso, no necesitas ni saber a dónde va el tiro: simplemente, dará en el blanco todas las veces, por cuidar el proceso y no el resultado».
Recuerden que pueden consultar más sobre el flujo en esta entrada. Y en esta otra sobre creatividad.
Cómo desarrollarlos
La creatividad se logra, ante todo, ejerciéndola. Hay que ponerse a crear, de preferencia, de manera constante y habitual. Misma hora todos los días -acaso con una pausa semanal de cuándo en cuándo-. Haciendo lo mismo. Que el cerebro sepa que es hora de crear. En mi caso, es de las primeras tareas del día, justo después de meditar un poco y, a veces, antes de bañarme y ciertamente antes de desayunar. Después del primer texto del día -típicamente en sesiones de media hora o poco más- ya podré hacer otras cosas para regresar en la noche a trabajar otro poco.
El flujo se logra concentrándose en la tarea a la mano. Para eso ayuda quitar las distracciones -silenciar el celular es una buena media-, tener un espacio ajeno (mi estudio carece de ventanas al exterior y en esos procesos cierro las puertas que dan al patio o a la entrada- y asegurarte de que tendrás tiempo suficiente para lograrlo. En mi caso, normalmente toma de 5 a 7 minutos alcanzarlo, y me es posible sostenerlo entre 45 minutos y una hora sin problemas. Más de eso, si requiere una pausa y volver a iniciar.
Aunque a veces los tiempos de la técnica del Pomodoro (25 minutos continuos con 5 minutos de pausa) funcionan bien, eso me permite aguantar el flujo hasta por hora y media… siempre y cuándo las pausas de 5 minutos sean en el mismo lugar y consistan en pararme de la silla y no hacer otra cosa -más allá de beber agua o ir al baño-.
Y tú ¿Cómo le haces para juntar creatividad y flujo? Platícanos en los comentarios.
Imagen de hoy: Imagen por Defence-Imagery desde Pixabay.