Por mucho tiempo me he dedicado tanto profesional como académicamente a la política y la administración pública. Lo sé, es complicado. «La gente decente no hace política», me parece escuchar por allí. Pero tal vez es porque desde muy joven he tenido un enfoque de impulsar la democracia participativa en muchos temas, particularmente en aquellos en que se puede influir. Y no lo hago solo en esos temas.
Muchas veces, hasta decidir los paseos o salidas con mis hijos pasa por una votación o una asignación de roles en donde todos participan. Incluso, hay proyectos autorales que hago en colaboración con otros autores en que el tema de la democracia participativa es parte de ellos. El resultado no necesariamente es ideal, pero creo que funciona mejor. Y como ejemplo, les recuerdo que así se escogió la portada de Lectolagnia: una consulta con todas las autoras y autores. Los consensos son difíciles, pero valen la pena. Y si eso hago en tareas propias y menores, imagínense lo mucho que me importa para el país entero.
¡Que hable el pueblo!
Recuerdo que cuándo iba a la preparatoria estaba en marcha la campaña de quien sería presidente, Carlos Salinas de Gortari. Su lema era «Que hable México». Y dado que sus iniciales (CSG) se parecían a las mías (GSP, sin la Jota), mis compañeros solían burlarse bastante. Decían que algún día serás presidente. Y confieso que no era una idea que me molestara…. aunque tampoco la hice meta de vida. Lo que sí, cuándo querían perder clases salían con su «¡Que hable Gonzo!», y más de un maestro decidía que era mejor que me ignoraran a mi que a él. Curiosamente, a veces hasta nos salía bien el tema.
Así que escuchar la opinión popular es algo que procuro hacer. Ya en mi labor como funcionario público me ha tocado hablar lo mismo en pequeños grupos que ante grandes audiencias. Tal vez una de las más notables fue cuándo invitaron a mi jefe a un evento y le dijeron que habría unas 250 personas. Lo que no le aclararon es que eran 250 ponentes en el foro, y que él hablaría en la plenaria de 5,000 personas más transmisión en vivo por Internet a al menos otras 75 oficinas y universidades conectadas al evento. Claro que me dio miedo, pero claro que lo vencí y pude hacerlo. Tal vez la mayor audiencia en mi vida, con un mensaje positivo.
En fin, parte de mi labor como escritor ha incluído poder hacer mensajes y lemas para distintos personajes políticos, llegando al extremo que alguno de mis textos ha llegado a usarse hasta por jefes de gobierno y presidentes… Lo que es satisfactorio, aunque lo haga desde la sombra de ser un redactor más.
Democracia participativa
Tal vez por esas experiencias, el resultado de la Consulta Popular del 1 de agosto me deja con un sentimiento ambivalente. De un lado, ha sido el mayor ejercicio de democracia participativa que se ha hecho en nuestro país: casi 7 millones de votantes. Nada mal. Pero si consideramos que el padrón era de casi 90 millones, un 7% de votación es muy poco. El tema, además, daba para mucho. Pero se planteó mal, con severas limitaciones legales y presupuestales, y con un manejo del mensaje bastante sesgado para hacerla positiva. Eso sí, 97% de los participantes votaron por el «Si».
El tema es que no es lo mismo «enjuiciar a expresidentes» que «buscar motivaciones y deslindar responsabilidades de actores políticos del pasado para resarcir a las víctimas». Algo se pierde de uno al otro. Y aunque el fin es el mismo, temas como el respeto a los derechos humanos, la presunción de inocencia y la prescripción de los posibles delitos hacen que la pregunta legalmente válida sea medio intrascendente para el fin político.
En fin, que la primera consulta popular legalmente sustentada fue anticlimática. Y esto acaba dañando la democracia participativa más que apoyarla. Tal vez la próxima consulta sobre la revocación de mandato atraiga más votantes y con resultados más cerrados. El tema es que ni siquiera tiene ley reglamentaria y no se ha iniciado el proceso para convocarla.
¿Qué debemos hacer?
Si me apuran, diría tres cosas: no angustiarse. La democracia sigue siendo, como dijo Winston Churchill, «el peor sistema de gobierno… con la excepción de todos los demás». Así que una consulta popular con 7 millones de votantes pero fallida no debe marcar el final del experimento. Segundo, considerar que la democracia participativa no solo tiene que ver con votaciones: también es la participación en la gestión diaria del gobierno. Tercero, hacer ver que «cumplir la ley está bien, aunque la ley esté mal».
No dejemos que acusen al INE de parcial o sesgado por «no haber hecho más difusión» a algo que no podía tenerla -por ley- o a que «saboteó la elección» por no haber puesto más casillas… cuándo tenía un presupuesto limitado. Puso la tercer parte de casillas porque contó con la tercera parte del presupuesto. En un entorno de pandemia. En un tema de poco interés real del público.
Mantener la fe en la democracia participativa
Al final, debemos aprender a vivir con las opiniones de la mayoría. Y como dice Felipe González, el primer presidente socialista de la España democrática «que los buenos se metan a la política es imprescindible, para no dejarla en manos de los malos únicamente… Un buen político debe ser capaz de construir una mayoría a favor de su proyecto y sus puntos de vista. Aunque de principio no la tenga y le cueste trabajo hacerla». Porque justo en algún momento en que pretendí abandonar el tema de la política, leí esa autobiografía y me hizo recobrar la fe en este tipo de labor. Aunque no deje de ser complicada. Vale el esfuerzo para mejorar al país.
Imagen de hoy: Element5 Digital en Pexels.com. La liga al libro Lectolagnia en Amazon NO es una liga de afiliado, pero es un proyecto en el que participé, por lo que si deciden comprarlo apoyan al autor también.
Iba a no comentar mas acerca del tema porque realmente me tiene muy decepcionado ; sin embargo debo reconocer que me parece muy interesante tu enfoque.
Saludos Gonzo…
Al contrario de lo que expones, siempre he pensado que la democracia no sirve para todo y muchas veces termina siendo una preciosa excusa para que nadie quede feliz… Nadie gana, todos pierden. No siempre, por supuesto.
Con respecto al ejercicio del pasado domingo, pienso que fue un abuso, un ejercicio sobre manipulado que lejos de ayudar termino por desprestigiar este tipo de ejercicios. «Pero se hizo y hay que agradecerlo» (Basinga diría Sheldon).
En fin que las cosas no salen a la primera y hay que seguir probando… Ensayo y error…
Saludos.
Gracias mi estimado… Y sí, no es fácil aplicarla en muchos ámbitos, y de repente (como en la Consulta) «hay que hacer lo que hay que hacer» y ni modo: la solución autoritaria también es solución.
Saludos