Como han podido leer, este mes de enero ha sido especialmente prolijo en mostrar actitudes que debo cambiar, cosas que debo hacer diferentes. Pero también en errores que debo corregir. Porque la vida no solo va de cosas buenas y agradables, sino también de poder corregir las que salen mal o en las que has fallado.
Por ejemplo, hay ciertos clientes a los que no les he entregado lo acordado, en el tiempo y plazo convenido. Es cierto que parte se ha debido a que me entregaron insumos tarde. Pero también debo confesar que hay cosas que pude haber hecho más rápido, sin embargo, me ganan los detalles.
Por ejemplo, descubrí que la nueva versión de Scrivener requiere una nueva versión del compilador para Kindle. Por supuesto, el resultado ofrece más calidad y control. Pero hay que aprender a manejarlo ¿Cierto? Y eso no se hace automáticamente. Hay que aprender.
Pues si: pero buscar dos horas en el programa una solución que no funciona, es frustrante y te alenta. Entonces, dejas el proyecto por la paz uno, dos, tres días… Y vuelves a buscar lo que no existe. Cuándo al final te rindes, abres el manual… y te enteras que en la actualización se eliminó totalmente lo que estás buscando. Así no se puede -pero tardaste en descubrirlo-.
Errores descubiertos.
Otro bonito ejemplo: hay una solución que encontré que puede agilizar el proceso de trabajo, en particular en un punto muy concreto. Y no podía aplicarla. Hasta las quinientas, descubro que la versión del software que recomiendan era en PC, y que la versión de Mac no es compatible con la nueva versión del sistema operativo. Total, que la solución no funciona así y yo de necio.
Una más: Un amigo me escuchó quejarme de que no he tenido personas interesadas en las visitas literarias. Y que eso me pone triste. Me hizo ver un detalle: «Bueno, pues es que no tienes ninguna anunciada». Tiene razón: la última fecha anunciada es de mediados de junio. (Las demás que he hecho han sido visitas privadas… pero no he actualizado la página, y se nota).
Otro amigo me decía que me ha mandado a un sobrino insistentemente para que le ayude con su tesis mediante el método de Escribe Hoy; pero que no ha podido contactarme. Y sí: burla burlando, me acabo de dar cuenta que el teléfono fijo de la oficina está desconectado. Como todos los contactos marcan al celular y no sacamos llamadas por esa línea, no había visto que «está muerta». Quién sabe desde cuándo. No es que los clientes no quieran trabajar conmigo: es que el teléfono que tienen no sirve. Y yo, ni en cuenta.
Si, ese tipo de errores pueden hacer aparecer que los problemas son mucho más graves de lo que en realidad son; en realidad, eran meras tonterías. Pero reconocerlos es el primer paso para corregirlos. Y cambiar la actitud sin duda ayudará a corregir errores y tener mejores resultados.
Imagen de hoy Diana Q. ^ Photography, like Oxygen" y video por @gjsuap