Gandhi: santo y líder, pero nunca gobernante.

Gandhi - Imagen por WikiImages (Pixabay)
Gandhi: sonrisa amable.

Estos han sido días de recordar la no violencia como camino. La propuesta de Mohandas Karamchand Gandhi en realidad era «firmeza en la verdad» o Satyagraha. Esta exigía hacer lo correcto, si era necesario de manera muy visible y oponiéndose a los demás -en particular al gobierno-. Hasta que «el Otro» viera lo absurda de su propia posición y lo válido de la propia. Pero para que el método funcionara, se requería poder mostrar lo absurda que era la propuesta del otro. Por ejemplo, cuándo el gobierno inglés quiso cobrar un nuevo impuesto por la sal. Él consideró que no tenía por qué pagarse. Así que organizó una protesta.

¿En qué consistió? En organizar una marcha de casi 300 kilómetros a lo largo de tres semanas para ir a sacar sal del mar. Claro que en el camino se le unieron miles de personas. Producir sal era ilegal, dado que el gobierno británico de la India tenía el monopolio de su producción. Por lo que obtener su sal era algo ilegal.

Así que, después de tomar un puñado de sal ilegal, se fue a entregar a la policía, quien debía detenerlo. Pero su gesto fue seguido por muchas personas en todo el país. Al final, el gobierno tenía 60,000 «ladrones de sal» detenidos, lo que era demasiado. En particular si consideramos el bajo monto que el impuesto causaba. Esta «Salt Satyagraha» en que reivindicó el derecho a la sal del pueblo indio fue una de las demostraciones que le otorgaron la independencia a la India.

Gandhi: ejemplar.

La no violencia es, sin duda, un camino admirable. Pocos han sido capaces de seguirlo hasta obtener resultados. A Gandhi le tomó casi 20 años lograr la independencia de la India, además de varias huelgas de hambre, estancias en prisión y persecuciones. Pero lo logró.

Sin duda tuvo un liderazgo importante. Su ejemplo fue seguido, entre otros, por Martin Luther King para frenar la segregación racial en EE.UU. A él no le tomó 20 años; pero tuvo mucha mayor cobertura de prensa desde el principio. Y se le fue la vida en ello. Pero los primeros ejemplos de Gandhi con la Satyagraha empezaron en Sudáfrica, casi 40 años antes de que lograra la independencia India.

Su alto rol moral nos haría considerarlo un santo. Un hombre comprometido con lo divino y con lograr lo mejor para todos. Que, incluso, ponía su salud, su seguridad y hasta su vida en riesgo con tal de obtener un beneficio colectivo.

Lo dijo Gandhi y lo recordamos alguna vez en las frases famosas: «no es necesario apagar la luz de otros para que brille la nuestra». Pueden sumarse ambas y hacer más luminoso al mundo. Esa fue su visión, y por eso lo recordamos.

Lo que no fue.

¿Saben que Gandhi nunca fue? Autoridad. Sí, fue electo diputado al Congreso y líder partidista. Era el guía moral de su pueblo. Pero nunca fue presidente, primer ministro, secretario o ministro en alguna cartera. No tuvo posiciones de autoridad firme y clara.

Y tiene sentido: ya desde Platón se ha señalado que el gobierno ideal es el del Rey Filósofo: una persona que concentre toda la autoridad y que la ejerza desde una posición de superioridad moral buscando únicamente el bien común. Pero eso es en teoría, porque en la realidad, el Rey Filósofo funcionaría bien… si gobernara sobre ángeles que actúan igual que él.

Para los humanos normales, los de a pie, siempre habrá alguna decisión o acción del gobernante que no la consideren adecuada. Algún afectado por una medida que se inconforme con ella. Algún enfermo mental o sociópata que goce dañando a otros grupos sociales. Hay racistas, violentos y delincuentes. La autoridad debe ejercerse, y a veces de manera firme y hasta violenta.

Un líder moral, como un sacerdote o un Gandhi, pueden decirle al pueblo que es lo mejor por hacer. Pueden darle consejo, guía y ejemplo. Incluso, darles argumentos de por qué cierta acción es irrefutable. Pero no pueden forzarlo a optar por el bien.

Por eso Gandhi no fue autoridad, no ejerció en modo alguno el poder Ejecutivo. Porque sabe que esa posición tiene, entre otras dos cosas, el monopolio del uso legítimo de la violencia y la comandancia suprema de las fuerzas armadas. No se puede ser un Gandhi que apoye la no-violencia y ser, al mismo tiempo, quien manda a los generales. Es imposible.

Por mucho que Platón considere al Rey Filósofo como el más virtuoso, el mismo reconoce que la Democracia, forma inferior de gobierno, es preferible. Aunque sea menos perfecta.

Se puede ser líder moral y santo laico; pero eso es incompatible con ser autoridad o gobernante. Ojalá se entienda pronto antes de que la capacidad de sancionar que otorgan las leyes se pierdan para siempre en nuestro país.

Imagen de hoy: Gandhi por WikiImages (Pixabay)