Somos hombres multitasking. Asumámoslo: la red de redes ha servido para achicar el mundo, hacernos más cultos, informados, conectados; permite que estemos cerca de los que están lejos y lejos de los que están cerca. Somos auténticos «humanistas 2.0», con todo lo que eso implica. O lo que deja de decir, también.
Una de las cosas es que se borra el tiempo entre el trabajo y el ocio. No dejo de ir a una película pero con el celular en vibrador «por si llega algo urgente», aún sabiendo que no me voy a salir. En el teatro si lo apago, por respecto a los actores; pero nunca antes de que digan «tercera llamada» y conectándolo de nuevo tan pronto como en el guión dice CAE EL TELÓN., aunque en la realidad apenas empiece a bajar.
En su momento Leonardo Da Vinci podía atender múltiples áreas del conocimiento, pero en buena medida porque era «iletrado» y «marginal»: no sabía latín ni griego clásico, no era precisamente versado en los filósofos clásicos o en la Sagrada Escritura, y según algunos testimonios de su época era tosco al trato e «ignorante de las formas del mundo». Por eso tuvo que observar, tomar notas de lo que observaba y pensar, sin tener que leer teorías, memorizar datos y discutir citando fuentes académicas: se basó en lo que veía, aprendió matemáticas, pintó con un realismo pocas veces visto hasta entonces, y revolucionó varias disciplinas… precisamente porque observó y pensó, no por estudiar.
También Steve Jobs o Bill Gates cambiaron al mundo, precisamente porque dejaron la Universidad y en lugar de esperar 15 ó 30 años para que sus teorías fueran «aceptadas» como parte del mainstream académico, las empezaron a aplicar de inmediato en beneficio de los consumidores -y sin temer a que la gran industria, IBM, las aceptara o rechazara.
Si, acepto que me gusta poder salirme de la oficina de cuándo en cuándo, sabiendo que no va a ocurrir nada grave que no pueda ayudar a resolver aunque no esté allí. Pero ahora que llevé a mis hijos al circo y me pasé buena parte del tiempo gozando el espectáculo, pero otro tanto tomando fotos y subiéndolas en tiempo real a Twitter, creo que algo no funcionó bien. De verdad gocé la parte que viví en el aquí-ahora, pero era tal mi interés en compartirla, que dejé de disfrutar por compartirla. Y, para colmo, ni siquiera dieron retuits o favoritos a las fotos del circo. (Luego vi porqué; con la iluminación y la velocidad, lo que yo veía bien en el teléfono se ve movido e ilegible en otras pantallas).
En fin. Hoy les cuento esto porque me topé con una conferencia de Gavin Prettor-Piney, fundador de la «Asociación de Apreciación de las Nubes» quien, con toda razón dice, «el éxito de la asociación es que es una tarea que requiere dedicación y atención, y que es absolutamente intrascendente: sólo sirve para recuperar la belleza y para estar presente». Creo que no se requiere nada más, y me sumaré a la Asociación… así sea informalmente para no pagar cuotas. Que la gracia de la vida surge en observar las cosas «cotidianas» como si fueran «extraordinarias». Eso es realmente notable, revolucionario, DaVinciano… y grato. Y para que vean lo que quiere decir, aquí el video, naturalmente desde ted.com:
Imagen de hoy por Mike Licht via Compfight