Más de mercados.

El post de ayer (No hagan eso) gustó mucho y tuvo un buen debate. Pero entre las posiciones que surgieron al respecto, hay tres cosas que quiero aclarar:

1.- Creo que cada ser humano tiene derecho a procurarse una vida de manera honesta y trabajadora. Me preocupa que el argumento de muchos locatarios es «Mi abuelo tuvo este puesto, mi padre tuvo este puesto, yo tengo este puesto… Ya no me alcanza, rescátenme». A eso me refería cuando digo que el cambio es lo único permanente: o te adaptas o pierdes. No creo que debamos rescatar a alguien que se quedó «sin negocio» por no cambiar o no adaptarse. Que tu familia tuvo un negocio que funcionó en el pasado, no garantiza que vivirás de él ocho décadas más.

Hay mercado... no para todos.

Hay mercado... no para todos.

2.- Hay muchos mercados públicos que se están reinventando. Ponía ayer el caso del mercado Medellín de la colonia Roma: muchos de los locales que no se han transformado en puestos de comida (hay una marisquería que tiene el espacio de lo que eran seis locales, por ejemplo) se dedican a ofrecer productos colombianos y, en menor medida, cubanos. Las comunidades de estos países saben que pueden conseguir insumos para sus comidas típicas allí, y hay muchos restaurantes de esta especialidad en la zona. Otros, como el de San Cosme han cambiado algunos de sus locales a tiendas de arreglos frutales o florales, muy hermosos y elaborados, en lugar de vender fruta fresca para el consumo inmediato. Quien tiene iniciativa la tiene más fácil.

3.- Lo que pasa en mercados del D.F. es lo mismo que pasó con los Tratados de Libre Comercio: su objetivo es que el país se especialice en lo que hace bien, y deje de hacer lo que no le sale bien. Por supuesto, hay sectores que ganan y sectores que pierden. El gran error gubernamental fue no alertar a los que perderían que iban a perder y debían cambiarse. Un ejemplo: producir leche nos cuesta unos $5.00 por litro. Pero traer leche en polvo de Nueva Zelandia costaría $2.00 por litro. ¿De verdad podemos competir? Si, en leche fresca, quesos frescos o subproductos. No en leche en polvo, quesos maduros o condensada. Pero nadie le dijo a los ganaderos que debían cambiar su manera de producir… Y hoy tienen crisis, como muchos sectores. Pero las industrias aeroespaciales, los productos con denominación de origen (tequila o mezcal, por ejemplo) o el corredor tecnológico de Guadalajara van viento en popa.

En fin. Con gusto seguimos el debate. Y no hay que olvidar que hay mercado… pero no para todos. Y explotar las propias ventajas (vender producto muy fresco en un tianguis, o vender barato en un supermercado) no está mal.

Por cierto, parte de este análisis se presenta a más detalle en mi libro «De Hormigas a Tiburones». Pueden descargar una parte aquí o bien conseguirlo en formato para Kindle en Amazon.com

2 comentarios

  1. Wow. Mucha razón. Hay locales que existen por el simple hecho de existir, porque el abuelo y el padre lo tuvo, y porque el hijo no tuvo la iniciativa de emprender algo nuevo, ahora él lo tiene.
    Debemos invertir en nosotros, en algo que nos guste, pero también en algo que nos pueda dejar ganancias, que le guste a la gente y con lo que podamos vivir. Siento que no podemos vivir de tradiciones, de legados, porque como bien dices "un negocio que funcionó en el pasado, no garantiza que vivirás de él ocho décadas más" Debemos adaptarnos al cambió, el cambió no se adaptará a nosotros.
    Saludos, genial artículo.

    • En efecto, o crecemos o nos estancamos, y más en el mundo hipercompetitivo. Conozco familias que empezaron con un local de mercado, y hoy tienen seis o siete (típicamente, restaurantes) y les va bien. Incluso, contrataron a los dueños de los locales que compraron como meseros y así…

      Si te niegas a competir, ya perdiste.

      Saludos y bienvenido de nuevo!

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