Pedir un deseo

Pedir un deseo

Pedir un deseo

¿Por qué será a que veces parece que no se nos cumplen los deseos? Mi hipótesis es porque muchas veces pedimos mal lo que deseamos, y entonces la cruel vida nos entrega exactamente lo que pedimos tal cual lo pedimos. Y no era eso lo que queríamos al final de cuentas. Recuerdo un episodio de «Dimensión Desconocida» en que un niño regañado por sus padres pide que «mis papás hagan todo lo que yo les digo». Y tal cual: los papás hacen lo que el niño dice, ni más ni menos. Pero vieran que dificultad le implica hacer que los papás coman, porque tiene que dictarles paso a paso todas las instrucciones para hacerlo. Porque si dice «come», no saben como. Tiene que pedirles que tomen el cuchillo en la derecha, el tenedor a la izquierda, y que entonces lo mueva de adelante a atrás y de regreso para partir un bocado, y luego engancharlo en el tenedor y poco a poco llevárselo a la boca, y… bueno, ya entienden la idea.

También me recordó aquel caso de un amigo que quería que «su novia no tuviera madre». Y, en lugar de toparse con una huérfana, se tocó con una abusiva, violenta, celosa y destructiva mujer incapaz de moderarse. Y sí, el pobre tenía una suegra terrible que, además, solapaba las malas conductas de la hija. El deseo correcto era «no tener suegra», no que «su novia no tuviera madre». Pero, al final, eso fue exactamente lo que tuvo. Les digo que así no se puede.

Traigo esto a colación porque parece que en ciertos temas el éxito se escurre de entre los dedos justamente por no ser totalmente precisos: si dices «no aguanto a mi jefe» y lo corren y te dejan sin jefe por días o meses, lo que hace que tus temas no avancen; si dices «quiero cambiar de coche» y te chocan y tienes que comprarte una carcachita destartalada; si dices «ya no aguanto a mi mujer» y se va con otro y tu te enteras el día que la casa esté vacía… (ninguna de estas me ha pasado, nomás las enuncio».

Lo que si me ha pasado es que no logro todo lo que quería en algunos proyectos. «Quiero publicar en más lugares». Me invitan a hacerlo, gratis. «Quiero publicar con una editorial grande», me mandan los requisitos y son incompatibles con mi trabajo actual; «Quiero hacer una novela». Si, pero de eso a publicarla hay un trecho. «Quiero participar en el Premio Alfaguara». De eso a ganarlo hay distancia. «Quiero ofrecer mi libro impreso». Ofrecer no es vender. «Quiero crear un sitio web para mis libros». Ya está, pero no lo visitan (http://autor.gjsuap.com). «Quiero hacer una campaña de difusión grande». Y logro 2,500 likes… pero no vender ni un libro. «Quiero que Clara Sandra solía soñar» sea un éxito. Quien lo lee, lo gusta y lo recomienda. Pero no es aún un best seller nacional, a pesar de tener su propio sitio Web y estar disponible impresa u electrónica en tiendas nacionales y globales. Así, la verdad, está complicado lograrlo.

Tal vez si fraseara el deseo de forma nítida, clara y cuantificable podría funcionar mejor. El problema es que eso es una «meta» y no un deseo. Y ese debe ser el problema de fondo: a veces hacemos de nuestros deseos algo vago e impreciso, y de nuestras metas algo inalcanzable. Y entonces trabajamos indistintamente con metas o deseos, y así… no se logra nada. Así que si me pidieran formular mejor un deseo alcanzable -y que hoy pueden ayudarme a cumplir-:

«Deseo que quién lea este texto visite clarasandra.com y conozca, compre y recomiende la novela Clara Sandra solía soñar«.

Imagen de hoy Heather Wizell via Compfight

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