En una entrada anterior les comentaba que la lectura de «Cerebro de Pan», el libro del Dr. Perlmutter que hace un férreo ataque al gluten -componente fundamental del trigo y sus derivados- me había dejado francamente choqueado: la correlación entre el consumo de pan y el Alzhaimer y otras enfermedades degenerativas es muy alto; el uso masivo de azúcares refinadas tampoco ayuda, porque al ser un combustible de uso «fácil» hace que el cuerpo lo queme rápidamente y deje las grasas acumulándose, en lugar de hacer el esfuerzo de digerirlas y con ello fomentar la salud y reducir el colesterol malo. Lo dicho: creo que es uno de los libros que más me han planteado la posibilidad de realizar cambios en mis hábitos alimenticios y conductuales: lo que decenas de años de sermones del tipo «baja de peso porque estás muy gordo» o «te va a dar diabetes/un infarto/problemas de huesos» no lograron, una lectura fuerte y clara sobre el daño que hace el trigo y las azúcares, bien documentado y convincente, lo ha logrado.
Viene esto a colación porque hace casi un mes asumí como válida la hipótesis del texto y, muy a mi pesar, saqué gluten y harinas refinadas de mi dieta. No ha sido fácil y al principio costó mucho trabajo dejar los antojos, pero lo hemos ido logrado. En el último mes me he comido sólo una torta – y por motivos vinculados con la mudanza y el cierre de ciclos- y unas cinco tortillas de harina. Cero galletas, cero pan de dulce, cero donas, cero pan de caja, cero… trigo. Y por supuesto, las margarinas y aceites vegetales «normales» se fueron con ellas, ocupando su lugar el aceite de oliva y el de aguacate, así como mantequillas naturales. También se acabaron los refrescos y el azúcar añadida al café, los postres y muchas otras cosas más…
En fin. Debo confesar que ya se me nota una baja de peso notable. Me he sentido más ágil y los dolores de cabeza y somnolencia durante el día casi desaparecen. En uno de mis trajes -de los más grandes, es cierto- las pinzas que se forman son de un par de pulgadas. Eso siempre da la sensación de que vamos bien -además, claro, de los comentarios en el sentido que «me veo más flaco» y «qué estás tomando».
Pero la prueba contraria también aplica: el primer día en el nuevo régimen que me tomé un refresco y medio -lo lamento, no había ni agua simple ni agua mineral y la comida estaba desesperantemente seca; para colmo, los niños dejaron los suyos casi llenos, por lo que no quise desperdiciarlos- el dolor de cabeza, el mareo, la aceleración cardíaca y demás efectos casi me convencieron de que el delicioso polvito blanco al que era adicto y sin el que no podía vivir, casi me mata. Me convencí que me estaba desintoxicando.
Por supuesto, un cambio lleva a otro: dejar ciertos alimentos y suavizar las cosas me hizo empezar a considerar hacer más ejercicio, leer más, cuidar mi dieta y hacer otros muchos cambios menores pero importantes. Entre otras cosas, adoptar la técnica del Pomodoro, avanzar proyectos de libros y traducciones y descubrir materiales que pueden ayudarme a retomar ideas abandonadas y fomentar un cambio profundo y necesario. Vaya que un libro puede cambiar mucho. Hay que hacerle algo de caso al menos. Total, que ese alimento para el cerebro que fue «Cerebro de Pan» se está volviendo el eje de una transformación importante y fundamental. Ya les contaremos más. Por lo pronto, estoy entusiasmado con los primeros resultados obtenidos.
Queda pendiente contarles más de la técnica Pomodoro -para quienes no la conozcan- y de la propuesta de Jeff Olson. Pero también de los nuevos proyectos en marcha. Y no es por falta de ganas: es porque el tiempo, bien administrado ahora, se está acabando para hacer esta entrada.
Insisto: me ha dejado tan convencido y con buenos resultados -hasta ahora-, que no quiero dejar nuevamente de recomendar el libro. Pueden conseguirlo en la siguiente liga, obviamente en Amazon en formato Kindle:
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Imagen de hoy por Emilio Garcia via Compfight