Lo confieso: no soy precisamente un «workaholic», un adicto al trabajo. Trabajo lo que tengo que trabajar, cuidando un balance entre la vida familiar, la personal y la laboral. Pero me gusta mi trabajo; tanto el que me da un ingreso laboral como el que me he autoimpuesto en ese medio camino entre hobby y trabajo.
Por eso, ahora que los niños están de vacaciones y pedí salir unos días de la oficina para estar con ellos, descubro que al menos tres horas de mi día se adhieren a mis hábitos regulares: desde el despertar temprano -con o sin alarma-, publicar en algunos blogs, leer, ver conferencias TED y demás. Pero también que mi labor creativa -escribir más, por ejemplo- se ha ampliado.
La otra cosa que me han dejado las vacaciones es ver las cosas cotidianas con «otros ojos»: casi a diario paso por Paseo de la Reforma, uso metrobús y ecobici. Pero ahora en las vacaciones lo hago con más calma, observando, propiamente meditando y saborando las cosas. Y lo que es un día común se vuelve algo mágico, no porque hagas otras cosas, sino porque haces las mismas cosas, pero sin prisa. Una charla que solías hacer en 20 minutos rápido toma dos horas. Una comida se hace con calma y sin miedo de mancharse los dedos. Una caminata-carrera a la farmacia ahora toma el doble. Y si, eso relaja y permite saborear más las cosas.
Y si, ver las mismas cosas pero con otro ritmo basta para hacer de un día regular uno de vacaciones. Así que… disfruten estos días con los hijos, que yo haré lo mismo. Y procuraré llevarme ese mismo ánimo de calma y dedicación al resto del año… lo más que pueda. Por lo pronto, saludos y los invito a leer más. En Google Play tienen algunos de mis libros, incluso, uno gratis. Y el resto del catálogo disponible en Amazon lo pueden ver en autor.gjsuap.com
Imagen de hoy Dëni Fotografía via Compfight