Como saben, de cuándo en cuándo me da por repensar mis hábitos alimentarios. A veces logro cosas notables en poco tiempo -y se las comparto por acá, como en «Segundo Reporte«. Otras, simplemente los hago y no lo platico. Bueno, ando en otra de esas etapas de redescubrir hábitos distintos, de algún modo vinculado a lecturas y nueva información.
Claro que no siempre funcionan adecuadamente. No me quejo, probando algo que ya sabía -menos harinas y azúcares refinados, más ejercicio- se empieza a notar algún cambio. Ya les contaré. Lo relevante es que ahora, además de «cerebro de pan«, las fuentes de información son más variadas, pero coinciden en algunos puntos.
Una de ellas es un libro sobre taoísmo. Si, esa filosofía oriental -que no religión- que ha aparecido aquí cuando hablamos de «Es Tao Wars«, su influencia en la saga cinematográfica. Pero que tiene también muchos elementos que pueden ayudar a mejorar la vida. Y, al no ser religión, es compatible con otras creencias.
Ya les he comentado que uno de mis mentores cuándo era joven fue el padre Xavier Escalada. Él, que había sido misionero jesuita en Japón -y llegó a ser Obispo allá- acercó las prácticas taoístas a la misa católica. Usaba la meditación, el silencio y hacía unas misas extraordinarias en su pequeña capilla -que tenía al lado un ashram-. Allí vi cosas… que me hacen pensar que los trucos Jedi son posibles. Me tocó ver casos de telekinesis, telepatía, levitación, y otras cosas más extrañas. En fin, una etapa sorprendente y que me influyó mucho. Les recomiendo leer «El mago de Java» de Kosta Danaos para que vean a qué me refiero…
Comer el sol
En fin. En estos días conseguí un ejemplar de «El Tao de la salud, el sexo y la larga vida. Un enfoque práctico y moderno de una antigua sabiduría», de Daniel Reid. Es un libro relativamente largo (512 páginas) y ya va en su edición 38 en español. No es una novedad editorial, ni un texto pequeño. Y si bien hay consejos sobre herbolaria china que no hay manera de seguir fácilmente desde acá, hay cosas más aplicables.
Una de las más sorprendentes es, sin duda, la sugerencia de «comer el sol». Afirma que la luz es también un alimento para nuestro cuerpo -nos recarga de energía- y que tanto los lentes oscuros como la luz artificial ayudan a generar enfermedades y obesidad. Es importante exponernos al sol -de preferencia antes de las nueve o después de las cuatro de la tarde, para evitar radiaciones-. Si, cuidarnos de no insolarnos y usar protectores solares si la exposición es prolongada. Pero que debe ser parte de la rutina exponerse al sol.
Señala una serie de ejercicios para «alimentarse de sol». Curiosamente, dice que le recuerdan algunos de los consejos de Don Juan a Carlos Castañeda. (Si, no me parecían tan desconocidos). Uno de los puntos es ver alrededor del sol: por arriba y por abajo, a ambos lados. Sin verlo de frente, pero si viéndolo de reojo. El ejercicio debe incluir hacer «círculos» con los ojos al rededor del sol, sin verlo directamente. Entre otros beneficios, elimina cansancio, depresión y obesidad.
Ya sé, ya sé… Les gustaría que les hable más de este libro, en particular de los consejos de salud, dieta y sexo. Y lo haré, más adelante. Dejen sigo la lectura. Pero si les da demasiada curiosidad, no se pierdan «El Tao…» disponible impreso o digital en Amazon:
El sol como alimento
Lo curioso es que no fue el único texto con ese tema. En «El método Gabriel» -otra de mis recientes lecturas- encontré una técnica similar. Afirma que los alimentos con mayor vitalidad son «alimentos crudos, preferiblemente ecológicos, de temporada y cultivados localmente». Es decir, olvídense de una rica hamburguesa de cadena o una gordita de chicharrón: vayan al mercado y compren frutas y verduras de temporada. Además, es más barato.
Afirma que «los alimentos con clorofila viva tienen la máxima vitalidad. (la clorofila es la sustancia de las plantas que convierte el sol en nutrientes). Son estupendas todas las ensaladas y brotes, cuánto más verdes, mejor».
Recomienda también no solo tomar alimentos crudos: recomienda pasar también unos minutos en la naturaleza y pasar algún tiempo al sol. A final de cuentas, en las plantas se almacena la energía solar. Y si: comer plantas y pasear en la naturaleza ayuda a perder peso, según el enfoque de Jon Gabriel. Tiene lógica y funciona.
Comerse al sol… literalmente
Pero hay otra forma, basada en el Chi Kung taoísta, afirma en el libro.
De pie, preferentemente al aire libre, con los pies descalzos en la hierba, si es posible… ponte de cara al sol con los ojos cerrados y las palmas abiertas. Permanece un par de minutos y absorbe el sol con tu frente. Ahora, abre la boca y traga una bocanada de aire y sol hasta el estómago. Mientras aguantas la respiración, vuelve las palmas hacia abajo y tensa los brazos, el abdomen, las nalgas y las piernas. Siente cómo el sol penetra hasta la médula de los huesos y se almacena allí. Expira, relájate y repítelo. Tres o cuatro veces es adecuado.
Y si… Debo confesar que da pena hacerlo en público. Así que Gabriel recomienda que, si es tu caso -y es el mío- lo hagas fingiendo que bostezas. O, simplemente, que dejes que el sol te bañe la frente por un buen rato, unos diez minutos con los ojos cerrados.
Ambos textos, el de Gabriel y el de Reid señalan que la energía -el Chi, en términos taoístas- puede y debe alimentarnos. Al grado de que algunos practicantes dejan de comer todo menos chi -desde el aire, el sol y el agua- y pueden vivir más sanos y felices que muchas personas que comen «mucho y de todo». Por lo pronto, les dejo el consejo de comerse al sol y la recomendación del libro de Jon Gabriel.
Imagen de hoy Francisco Araújo _ Center Bike