Trabajar a distancia ha sido una de las cosas que está cuarentena nos ha enseñado a todos. A algunos, medio a fuerzas; a otros, con muchas ganas. Hay personas a las que de plano no veía en la oficina, porque cada quien llegaba su respectivo espacio, y no salía más que si acaso a una junta cada mes. Hoy en las juntas en línea las veo con más frecuencia.
Y a veces pueden ser mejores charlas, más frecuentes y más francas que las que teníamos en persona. También hay otras personas a las que extrañó ver, platicar, tocar, abrazar, saludar… Lo que sea. Pero el ambiente laboral ha cambiado en estas semanas, sin duda.
Pasé del ir a la oficina en bicicleta -como les había comentado a principios de marzo- a no juntar ni 2,000 pasos al día; y de hacer una hora de bicicleta a diario a no poder juntar 10 minutos en la bici fija en casa. Ni modo, cambio de hábitos.
Trabajar a distancia: si se puede.
Tal parece que esta circunstancia está funcionando pese a todo. De repente Zoom anuncia que pasó de 10 millones de juntas virtuales al día en diciembre a 300 millones de juntas virtuales al día en mayo. Y eso implicó que su valor de mercado supera al de 8 aerolíneas juntas. Yo prefiero usar Jit.si (jitsi.org) porque es de código abierto y tiene más elementos de seguridad además de consumir menos recursos… Aunque a veces también su calidad deja que desear, en particular cuándo hay muchas personas en la sala (mi llamada más grande fue de 48 personas. supongo que todos los sistemas habrían fallado).
Hay momentos en que hace falta el contacto físico de alguna u otra manera. Por lo demás, y particularmente para el ambiente laboral, esta «sana distancia» está funcionando adecuadamente para muchos de nosotros.
Tal parece que pasar horas en soledad nos está ayudando más de lo que parece. Si, de repente cansa y hace perder la noción del tiempo o de lo que es importante. Pero a veces también pareciera que era lo que hacía falta. Justamente tener un tiempo a solas con uno mismo, y con aquellos proyectos propios o ajenos que tenías que avanzar.
Tenía mucho tiempo que no llegaba hasta las lágrimas de ver un proyecto terminado. En particular, uno que no era mío. Tras ver el esfuerzo y el sacrificio que implicaba para la autora y lo importante que es para el plan vital de esa persona, y verla completarlo sana, salva y a tiempo es dónde dices: «¡Valió la pena!». (Pueden verlo y comprarlo aquí).
Vencer las dificultades de la distancia.
Logró salir aún a pesar de la distancia y aún a pesar de que la falta de comunicación directa. Eso estuvo a punto de hacernos estallar mutuamente en un par de ocasiones. A veces el problema no es de la otra persona, o de sus posiciones: el problema está en…. estar lejos. Y eso de trabajar a distancia puede meter mucho estrés a un proyecto de por si pesado.
Aún así, pudimos llegar al final del proyecto y tenerlo concluido a tiempo.
Esta cuarentena está dejando en muchas personas enseñanzas importantes, algunas muy positivas, otras no tanto; pero a final de cuentas nos está enseñando a hacer las cosas de manera distinta.
Confío en que, cuando eventualmente se llegue a la llamada «nueva normalidad» (que quién sabe qué será en realidad) podemos preservar buena parte de las cosas que esta etapa de teletrabajo nos está enseñando.
Porque estas relaciones distantes nos están modificando y a la vez nos sirven para mejorar en muchos otros aspectos. De lo que se trata es de hacer las cosas mejor. Tal vez las circunstancias nos están forzando a hacerlo. Pero tomemos la elección de llevar a la práctica lo mejor que hemos aprendido en estos tiempos de pandemia. El esfuerzo debe valer la pena.
Imagen de hoy: Trabajar a distancia por lukasbieri (Pixabay)
Pingback: Adaptarnos al cambio: era conveniente, es obligatorio | Dichos y Bichos