«Un artista paupérrimo no es un artista». En la entrada anterior comentábamos que el romanticismo nos vendió el mito del artista bohemio, que por amor al arte hace arte gratis, no lo vende y no gana dinero suficiente para hacer más arte. ¡Pero no importa, porque no se corrompe jamás! Es pobre, pero honesto en el arte y en la creación. Y les prometí una reseña de un libro que rompe ese mito y que es fundamental para todos los que pretendemos hacer arte y vivir de ello… Aunque no sea fácil.
Los verdaderos artistas no pasan hambre
Los verdaderos artistas no pasan hambre (Real artists don’t starve) es un recorrido sobre distintos momentos en la historia de la creación y el arte. Jeff Goins, su autor, nos platica que en el Renacimiento surgió un movimiento, encabezado por Miguel Ángel Buonarotti, que consideraba que los artistas debían dejar de ser únicamente artesanos -que vendían sus productos de manera anónima para gusto de unos cuantos- y volverse figuras destacadas, reconocidas por sus logros.
Miguel Ángel vivió en un momento de transición. Cuando empezaron las obras artísticas que buscaban recuperar el esplendor clásico greco romano, pero con una diferencia: por primera vez en mucho tiempo eran obras de un autor. Firmadas. De alguien reconocido. Que no solo vivía en una corte al servicio de un rey, sino que le vendía su arte a ese patrono. Pero también a otros. Que no estaba supeditado al gusto u órdenes de alguna persona concreta. Artista paupérrimo no era.
“El mayor peligro para la mayoría de nosotros radica no en fijar una meta demasiado alta y quedarnos cortos, sino en fijar una meta demasiado pequeña y alcanzarla”, dicen que dijo Buonarotti.
Miguel Ángel, artista paupérrimo no era…
Recientemente se descubrió en los archivos vaticanos unos reportes bancarios. Miguel Ángel tenía el equivalente a 47 millones de dólares en el banco y una fortuna cercana a 600 millones. Su equipo tenía casi 300 colaboradores. Era más un director de una empresa creativa que un artista paupérrimo trabajando por moronas. No vivía en un rincón de los palacios de sus patronos: era un aristócrata, como ellos.
En contraste, hacia 1847 en Francia surgió el mito del “artista bohemio”, el romántico que, por amor al arte, padece, pasa hambres, vive miserablemente y luego muere (para que sus herederos, agentes o familiares gocen de las riquezas que no tuvo el arista). El mito romántico del artista paupérrimo, que por amor al arte hace arte, se volvió el modelo de una forma de vida. Pero es incorrecto, nos dice Jeff Goins. “El mito de que los artistas mueren de hambre es un mito. Debemos abrazar esa verdad: para ser artista, no tienes que ser paupérrimo”.
La diferencia entre un artista profesional y un aficionado es que el profesional utiliza su tiempo en hacer productos artísticos, que realmente le importan. Eso implica que tiene la suficiente libertad monetaria para hacer su arte sin depender de nadie más. Que no trabaja en secreto, ni en sus ratos libres: crear arte es su principal ocupación, la hace en público y gana dinero por ello. Porque el mundo lo toma en serio y cree en su papel. Artista paupérrimo no seas.
Las reglas del nuevo Renacimiento
En su libro, Goins enuncia las reglas del nuevo Renacimiento, que determinan los principios del artista floreciente:
- El artista paupérrimo cree que se nace artista. El artista floreciente sabe que te vuelves artista.
- El artista paupérrimo lucha por ser original. El artista floreciente roba de sus influencias.
- El artista paupérrimo cree que tiene talento suficiente. El artista floreciente aprende con un maestro.
- El artista paupérrimo se obsesiona con todo. El artista floreciente se obsesiona con las cosas correctas.
- El artista paupérrimo espera hacerse notar. El artista floreciente cultiva patrones.
- El artista paupérrimo cree puede crear en dónde sea. El artista floreciente va a dónde el ambiente creativo ya está en marcha.
- El artista paupérrimo siempre trabaja solo. El artista floreciente colabora con otros.
- El artista paupérrimo trabaja en privado. El artista floreciente practica en público.
- El artista paupérrimo trabaja gratis. El artista floreciente siempre trabaja por algo.
- El artista paupérrimo vende muy pronto. El artista floreciente posee su trabajo.
- El artista paupérrimo domina un arte. El artista floreciente maneja muchos.
- El artista paupérrimo desprecia la necesidad del dinero. El artista floreciente hace dinero para hacer arte.
En la siguiente entrada les comentaré más de este libro… O si no se aguantan la expectativa, les recomiendo que lo lean. Está disponible en Amazon. Es un gran manifiesto para quienes nos dedicamos al trabajo creativo -y queremos vivir de ello-.
Imágen de hoy: White Collar, c. 1940 – Linocuts by Giacomo G. Patri por Thomas Shahan 3 e imágen de portada cortesía de Amazon.