Cuarta transformación. Lo que se requiere

Cuarta transformación

Cuarta transformación

Durante su campaña, el virtual presidente Andrés Manuel López Obrador insistió mucho en una idea. Una que ha repetido ahora que ganó las elecciones. Que es su legítima aspiración y su deseo «liderar la cuarta transformación de la historia nacional». Aunque me parece un poco ambicioso el fraseo, me parece una meta notable y deseo que la logre. Sin embargo, hay algo que me hace ruido.

Primero, las otras tres transformaciones. Una fue la Independencia. La segunda, la Reforma. La tercera, la Revolución Mexicana. Yo añadiría la Conquista. Pero bueno, asumamos que esa última fue «antes del México independiente» y, aunque ocupó el mismo territorio, en realidad ocurrió en otro país. (Por cierto, la Conquista y la Revolución son parte del entorno en que ocurre mi novela «el tesoro de Cuauhtémoc» que pueden conseguir en Amazon).

La primera nos liberó de España y nos dio existencia como nación independiente. La segunda separó la Iglesia y el Estado y nos liberó del régimen monárquico y de la intervención extranjera. La tercera nos liberó de un gobierno de 30 años, instauró la forma democrática actual -al menos en el papel- y nos dio una constitución de corte liberal que respalda a la vez derechos sociales y servicios universales, como la educación pública, laica y gratuita. Vaya que fueron cambios importantes.

Pero hay un detalle: los tres ocurrieron mediante guerra civil. Porque no son cambios que puedan fluir fácilmente. Hay muchos afectados que se oponen a esos movimientos. Hay resistencias. Y, en los tres casos, empezaron de temas muy menores y crecieron. No se plantearon como «grandes transformaciones» de inicio,  sino que «ocurrieron». Y terminaron con nuevas constituciones: 1824, 1857 y 1917.

El arranque de la Revolución.

Aunque procuré estar muy callado en las campañas -ya les dije por qué aquí-, hubo un comentario que no dejé de hacer. Y, como se esperaba, generó profunda molestia y réplicas. El 90%, descalificándome de entrada y mostrando que no habían leído el texto original, sino que se metieron a  opinar como respuestas a las réplicas. Y, por supuesto, perdían de vista lo que considero el punto clave del tema.

La salida de Díaz se empezó a plantear por cierta entrevista que dio a la prensa extranjera en la que señaló que no se presentaría a la reelección en 1910 -más sobre eso en esta entrada-. Pero ante la imposibilidad de poner a sus simpatizantes de acuerdo en un sucesor aceptable para todos, optó por volverse a lanzar. Y ya sabemos lo que pasó después. La Revolución Mexicana, si bien convocada contra Porfirio Díaz, fue poco incruenta. De noviembre de 191o a la renuncia de Díaz en 1911, hubieron relativamente pocos combates, más bien aislados y en ciudades en el norte del país. Pocos muertos, pues. No es para minimizarlo, pero fue algo pequeño en proporción.

La verdadera Revolución

La verdadera Revolución Mexicana surge cuándo, ya con Madero como presidente, hay profunda división: para algunos de los que apoyaron su movimiento, él era «muy moderado» y le pedían acciones más radicales. Para otros, era «muy radical», y le pedían moderación. Añadan que por primera vez teníamos prensa libre y crítica hacia el presidente. Pero no lo mataron sus rivales. Muere a manos de Aureliano Blanquet, uno de sus generales, por instrucciones de su Secretario de Guerra, Victoriano Huerta. La imagen de régimen fallido nos llevó a lo siguiente: diez años de combates.

Al final, Villa, Zapata, Carranza, Obregón y Calles no se levantaron sólo  contra Díaz: lo hicieron con más fuerza contra Madero, luego contra el traidor Victoriano Huerta y después entre ellos. Y allí sí: un millón de muertos en un país con quince millones de habitantes fue el saldo. Y sí: una nueva constitución y un monumento en dónde rivales militares comparten honores como héroes de una misma causa, a pesar de haberse combatido mutuamente.

Cuarta transformación: ¿pacífica o no?

El tema es éste: una «cuarta transformación» me parece que llama a un cambio drástico y violento. Aunque no sea ni su vía ni su objetivo. Es lo que implica. Si se refiere a una nueva Constitución, bienvenida. Corre el riesgo de enfatizar en los derechos y no en las obligaciones, o pretender regular de más ciertos detalles -como en la Constitución de la Ciudad de México, instrumento que sospecho se probará fallido una vez que inicie su vigencia-. Pero es una vía adecuada.

Si, por el contrario, ocurre como una división entre sus seguidores moderados y los radicales, me espanta. Y es de temer. Porque entre sus partidarios hay quienes han llamado «a matar panistas y priístas», a expulsar del país a empresarios y ricos. A acercarnos a Venezuela y su revolución bolivariana. Y, por otro lado, hay quienes sugieren que todo puede hacerse gradualmente y dentro del marco legal vigente, procurando libertades y respeto a todos. Una de esas facciones no estará contenta en cuánto el presidente tome el otro camino. Y no podrá dar gusto a ambos mucho tiempo. Hay que definirse.

De ilegales a líderes

Y no debemos olvidar que entre los líderes de la revolución de 1910 había quienes eran delincuentes perseguidos previamente. Villa era cuatrero, robaba vacas (y violador también). Otros eran parte del régimen anterior. Zapata había sido capataz en haciendas porfiristas. Uno quería volver al régimen de tenencia de la tierra previo a las reformas porfiristas. El otro pedía un cambio más radical. Carranza había sido gobernador durante el Porfiriato. Impulsó un régimen legal nuevo. Ponerlos de acuerdo no fue fácil. Y no vieron el final de la guerra: todos murieron.

La pregunta es ¿cuántos miembros del narcotráfico no acabarán como parte del nuevo gobierno, pidiendo que sea más radical? Ya hay por allí voces de lo que será el nuevo gabinete que piden la liberalización de las drogas. ¿Acabará un capo como gobernador próximamente? Ya hay al menos dos alcaldes que fueron electos a pesar de estar en prisión. ¿Será la «cuarta transformación» pacífica… o no?

Hay otra vía a la cuarta transformación.

Lázaro Cárdenas logró una gran transformación del país a partir de la expropiación petrolera y la aplicación de la Constitución de 1917. Su enfoque de país sentó las bases por casi 80 años en nuestra política energética. No requirió prometer: hizo y dejó huella. Paradójicamente, como resultado de un problema -la huelga petrolera y el fallo de la Suprema Corte que no fue acatado ni por sindicatos ni por empresas-. Debió improvisar… y le salió bien.

Carlos Salinas es otro ejemplo. Planteó el TLCAN cuándo vio que su gestión pasaba sin pena ni gloria a nivel internacional. Al abrir nuestra economía, ayudó a un desarrollo más amplio, particularmente en el norte (por las maquiladoras) y por permitir menos regulación y más inversiones extranjeras y nacionales. México no sería lo que es hoy sin esas transformaciones. Y tampoco fueron promesas de campaña o resultado de un plan. Debió improvisar… y le salió bien.

Cuarta transformación, menos grandilocuente

La «cuarta transformación» se puede hacer en términos menos grandilocuentes. Sí, en una nueva Constitución sería la mejor forma. Impulsando ciertas políticas -por ejemplo, de equidad de género o de igualdad de oportunidades-. Su gabinete va a tener casi la mitad de mujeres. Importante y positivo. Pero aún carece de indígenas… por citar un caso. Son pequeñas acciones en la dirección correcta.

El riesgo, insisto, es que esos intentos de cambios sin amplio apoyo social o con divisiones al interior del grupo gobernante y amplia oposición fuera de él, terminen en una guerra civil. La amplia pobreza en el sur con liderazgos sociales -pensemos en los maestros de la CNTE en Oaxaca- y la riqueza del narcotráfico en el norte pueden darnos un Zapata y un Villa del siglo XXI… que se peleen el poder entre sí y contra un presidente que resulte inadecuado para sus aliados. Eso sin contar con posibles movimientos de resistencia en estados como Guanajuato -único que perdió- o Nuevo León, en dónde en respuesta a su victoria hay voces pidiendo ya la secesión del estado y que se declare república independiente.

En fin. Sinceramente le deseo éxito al nuevo gobierno. Pero temo que un exceso de expectativas incumplidas lleve al fracaso. Ya lo vivimos con Fox. O que la «cuarta transformación», sea a balazos y en contra de él.

Imagen de hoy Eneas