No era lo que buscaba

Edison en su laboratorio

Edison en su laboratorio

Uno de los personajes que han aparecido con frecuencia en este blog es Thomas Alva Edison. En buena medida porque es un gran ejemplo de tesón, inventiva, creatividad y capacidad de resolver problemas. Hemos comentado sobre Edison, el necio que intentó 10,000 formas diferentes de crear la bombilla incandescente, el foco que usamos y que propiamente nos tomó más de cien años sustituir en los hogares.

Cuando uno piensa «fuera de contexto» las cosas, tendemos a creer que los inventos surgieron de la nada. Es decir, a Edison se le prendió el foco en el vacío y creó «algo de la nada». Pues temo decirles que no fue así.

Actualmente estoy leyendo «Perfiles Emprendedores» de Alan Axelrod (Ed. Edebé), una compilación de grandes decisiones de la historia y cómo se llevaron a cabo. Ya les contaré algunas interesantes, pero ahora quiero detenerme en el foco de Edison.

La primera luz eléctrica se presentó en la British Royal Society en 1806, esto es, años antes del nacimiento de Edison, por Sir Humphrey Davy. El problema es que usaba varillas de carbón que se quemaban muy rápido y baterías de ácido sulfúrico. Por tanto, eran peligrosas, costosas y sin valor comercial.

Entre 1860 y 1870 se extendieron numerosas patentes a lámparas de arco eléctrico, alimentadas por generadores. La luz resultante era tan intensa que podía alumbrar galerones de fábricas completos, pero nuevamente eran muy costosos: se requería un generador para cada uno y la intensidad lumínica la hacía inviable en contextos pequeños. Servían para fábricas y galerones, no para casas o pequeñas áreas.

En 1878, Edison vistió el taller de William Wallace y observó que trabajaba ideas de lámparas voltáicas, en un enfoque muy poco original. Pero allí observó un generador que alimentaba a 8 lámparas en serie. Pero todas eran voltáicas. Edison descubrió allí no un foco o lámpara útil, sino un generador pequeño, portátil y eficiente. Así que replanteó el problema:

  1. Hay un generador capaz de prender varias bombillas a la vez, un avance práctico.
  2. Las lámparas aún son voltáicas, así que pueden mejorarse.
  3. La luz no se ha subdividido, así que aún puede llevarse a los hogares.

Estas tres observaciones surgen de un cuaderno de Edison. Es decir, no estaba buscando el foco, estaba buscando como subdividir un producto para poder venderlo. La electricidad es, en este contexto, literalmente luz y fuerza motriz. Lo que buscaba Edison era cómo subdividir la luz eléctrica en fragmentos tan pequeños que pudieran venderse casa por casa. Buscaba un sustituto al arco voltáico, más eficiente y menos intenso. Y al final, lo encontró.

Y respecto al uso de la electricidad como fuerza motriz, también creó inventos que lo usaban: motores y demás artilugios que dieron lugar a la célebre compañía General Electric. Y en su taller tuvo un aprendiz llamado Henry Ford… que después se independizó para poner una fábrica de automóviles (por cierto, originalmente asociado con los hermanos Dodge…).

Pero como bien decían Steve Jobs y Bill Gates en la película «Piratas de Silicon Valley» (que nos recomendó el lector @Ramir_Lars), citando a Picasso: «los buenos artistas crean, los grandes artistas roban». Edison no «inventó» el foco, pues no es lo que estaba buscando, sino solucionó el problema de cómo masificar la venta de luz y llevarla, finalmente a las casas – incluso robándose el generador eficiente de Wallace. Atender al pequeño cliente por millones, en lugar de a la gran fábrica por decenas de unidades, eso era lo que buscaba Edison -y lo encontró-.

Su búsqueda no era curiosidad intelectual pura. No era la persecución de la verdad. No era solo tesón. No era genialidad pura. Era el desarrollo de un mercado buscando una ganancia monetaria. Y en su momento, lo hizo uno de los hombres más ricos del mundo y sirvió a la humanidad al buscar su lucro. «La mano invisible» de Adam Smith en plena acción…