Precios mentirosos y otras falacias

Precios Mentirosos

Precios Mentirosos

El arranque de 2017 ha sido explosivo gracias a los precios mentirosos de la Gasolina y su súbito aumento en un 20% el primer día del año. Es de entender la molestia ciudadana: dado que casi todos los productos se transportan, este aumento impactará a la inflación.

Por supuesto, el que el Gobierno Federal lo justifique diciendo que «necesitamos más recursos» no es buen argumento. Todos requerimos más ingresos. Pero también podríamos revisar nuestros gastos para hacer cambios y adecuaciones. No hacerlo no ayuda. La diferencia es que la gran mayoría no podríamos llegar con nuestros jefes a obligarlos a pagarnos más.

El problema es que la recaudación adicional con la medida rondará los 200,000 millones de pesos. Pero solo en Veracruz se estima que el saqueo del ex gobernador prófugo, Javier Duarte, es por 50,000 millones. Es decir, que medidas de austeridad y combate a la corrupción -y sanción a los responsables- podría dar más recursos con menos molestia social.

Lo cierto es que los «precios mentirosos» afectan nuestra economía de manera constante. No notarlo es parte del problema. Y sin duda es una de las causas de las molestia social. Porque desencadena otro tipo de problemas, dificultades y malas decisiones económicas.

Qué son los Precios Mentirosos

De acuerdo a la teoría económica, el mecanismo de precios libres es también un mecanismo transmisor de información. Un precio debe incluir una mezcla de lo que cuesta realmente hacer un bien o servicio; también el pago de impuestos, la utilidad del fabricante y la escasez relativa de sus insumos. Por ejemplo, en la época de cosechas los precios de los productos agrícolas tienden a bajar -aunque la calidad aumente- debido a que hay muchos queriendo vender. En su momento, la mandarina llegó a costar $5 el kilo. Con mandarinas hermosas, grandes y jugosas. Si encuentras hoy que la temporada va de salida, está en $15 el kilo. Con mandarinas pequeñas, ácidas y secas. Y ya no digamos en julio: si encuentras mandarinas… serán horribles y carísimas.

También los precios deben establecer qué tanto interés social hay por el tema. Por eso un boleto para un partido de la NBA o la NFL en México se cotiza en miles de pesos, en tanto que ver la liga profesional de Futbol Americano de la Ciudad de México apenas cuesta $50. Y ya no digamos los partidos de la final del torneo de Pelota Huasteca: son gratis y aún así va poca gente.

Pero si en vez de tener uno o dos juegos al año de esas ligas tuviéramos uno cada semana, los precios bajarían radicalmente. La abundancia relativa del producto hace que baje su precio. Por eso el beisbol de la Liga Mexicana es más barato que ir al futbol: con cinco o seis partidos a la semana -y poca afición- pagar $70 por un boleto a nivel de cancha es suficiente. Pero un América-Guadalajara, que se juega dos o tres veces al año lleva un boleto de esos a $1,500.

El problema de los Precios Mentirosos.

El problema de un precio mentiroso es que hace que se consuma una cantidad incorrecta de un bien o servicio. Por ejemplo, el metro de la Ciudad de México. Cuesta $15 pesos proveer el viaje. Pero el gobierno cobra $5 para «no afectar la economía popular». Esto causa cinco millones de viajes diariamente, de los cuales al menos la mitad no se harían si se cobraran los precios adecuados. ¿Por qué? Porque alguien que viaja dos horas de su casa a su trabajo para ganar $80 diarios puede gastar $10 en transporte, pero si fueran $30 le convendría más una opción más cerca de su casa… aunque gane menos. Recuerden que cada viaje extra le cuesta a la ciudad $10 adicionales a los cinco que paga el viajero.

Otro ejemplo: el agua. Un litro de agua potable cuesta en la Ciudad de México $0.002. (Si: dos décimos de centavo. O dos pesos un metro cúbico, es decir, mil litros). Claro que una persona consume unos 6,000 litros mensuales. Así que una familia de cuatro integrantes paga menos de $100 al mes. Pero si usaras agua de garrafón de 20 litros, pagas alrededor de $38 por cada uno, casi dos pesos por litro. Aunque si prefieres agua embotellada, te puede costar $13 el litro. A menos que sea «Agua Fuji», de $40 por 600 mililitros. ¿Cuánto agua consumirías en tu hogar si el precio fuera, digamos, de 9 pesos por metro cúbico? Seguramente menos. Y como el precio es bajo, consumes de más. En algunos casos el subsidio llega al 90% del costo… y el desperdicio anda en torno al 60%. Un exceso.

El problema con las Gasolinas.

La liberalización de los precios de la gasolina es, en parte, quitarnos un precio mentiroso:

  • A lo largo de los últimos años, se canalizaron millones de pesos para evitar subir los precios de las gasolinas. El subsidio en 2008 fue de 300,000 millones de pesos.
  • Aún así, había aumentos mensuales de uno o dos centavos por litro, denominados «gasolinazos».
  • El consumidor directo de gasolina, el poseedor de un auto, por definición no es pobre. Pero más de la mitad de la población del país si lo es.
  • Por tanto, mantener bajo ese precio hacía que se tomaran decisiones inadecuadas. Subsidiabas más el consumo de los ricos que los programas sociales a favor de los pobres.
  • Por supuesto, un precio más bajo implica un consumo mayor. Y eso es más grave cuándo el costo es mayor que el precio de venta al público.
  • Comparar el precio de la gasolina con otros precios -en particular con el del trabajo- hace que parezca «muy cara»: un trabajador que gane el salario mínimo no alcanza a pagar ni cinco litros de gasolina Magna con un día de labor.
  • Ni que decir que el Gobierno cobra impuestos altos a los combustibles en México. Esto Porque es más fácil recaudar en pocos puntos de venta en los que eres -o eras- proveedor único, que corretear a 115 millones de mexicanos.

Pero preferimos la «política ficción»: salarios bajos, precios bajos, subsidios a la gasolina y «apoyos sociales». No nos gusta pagar lo que valen las cosas. Por eso la riqueza nacional sigue desperdiciándose, subexplotada y mal manejada.

Si, estoy a favor de que suba la gasolina. Y el metro. También otros productos. Y si, que suban los sueldos. Que se pague lo que cuestan las cosas. Incluido, primero, el trabajo.

Imagen de hoy: Creative Commons License Paul Sullivan via Compfight

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