Recientemente me turnaron una pregunta en Quora respecto a Porfirio Díaz. Quora es una red social que se enfoca en compartir conocimiento; de un lado, personas preguntan y del otro, personas responden. El mérito es que tanto las preguntas como las respuestas se catalogan y se votan conforme a su utilidad y pertinencia. Por lo tanto, hay incentivos para que contestes preguntas de temas que conoces, y que lo hagas de la mejor forma posible. Curiosamente, tras varios meses de pertenecer a esa red y no lograr ni cien visitas, contestar una pregunta sobre el cine en México -tras los premios Óscar- trajo miles de visitantes a mis respuestas. Así pasa.
En ese contexto, me han incluido como un conocedor de temas de México, Políticas Públicas, Ciudad de México, educación, productividad, libros (por mis libros en Amazon) y emprendedurismo (supongo que De Hormigas a Tiburones valida eso). Como sea, la pregunta era «¿En verdad dijo Porfirio Diaz la frase «pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos»?» Y si, la dijo, aunque tal vez citando a otra persona, aparentemente un autor de Nuevo León.
Porfirio Díaz y Mr. Creelman.
Documentando mi respuesta a la pregunta que me hicieron en Quora, me reencontré la entrevista que James Creelman le hizo a Don Porfirio Díaz para la revista Pearsons’ Magazine y que fue publicada en marzo de 1908 (y cuyo texto completo se encuentra disponible aquí). Muchos comentan que la declaración que hizo en el sentido de que estaba dispuesto a dejar el poder y que no se presentaría a la reelección en 1910 y que incluso agradecería el surgimiento de un movimiento opositor desató la euforia pre-revolucionaria, incluido el movimiento Antireleccionista de Francisco I. Madero, y la posterior revolución mexicana.
Considero que la entrevista Díaz-Creelman está muy devaluada, al centrarse en esa única declaración. La verdad es que es un gran testimonio para entender la visión de México que tenía Porfirio Díaz. Me dirán tal vez que fue un mero manejo de prensa muy hábil, o que el periodista «fue sobornado» o «chayoteado» para hablar bien del Presidente. Pero la verdad es que muchos de los datos y análisis que presenta, que acompañan su texto, nos muestran una visión de Porfirio Díaz, el incomprendido.
Lo digo así porque tras estudiar el desempeño económico y político bajo el porfiriato -por ejemplo, en un intento de tesis pude revisar TODO el marco legal surgido bajo su gobierno- me encontré que una nación que pasó de guerras civiles e intervenciones extranjeras a la paz, con amplia inversión productiva, creación de empleos, urbanización, mejora de la educación y la salud pública; que mejoró puertos, carreteras y vías férreas; que adoptó tecnologías «novedosas» como el telégrafo, el teléfono y la electricidad; que enfatizaba el estado de derecho, el combate a la corrupción y un sentido de nacionalismo pero no ajeno al mundo; que tenía una moneda que valía más que el dólar, que pagó totalmente la deuda externa, que tenía superávit fiscal; que defendía la libertad individual sin descuidar el bienestar colectivo; que permitía la libertad de cultos pero acotaba la participación pública de la poderosa Iglesia Católica… que era ejemplo para el mundo y que, en fin, corresponde a lo que toda nación desarrollada le gustaría lograr -a pesar de pobreza, analfabetismo y otros problemas que aún prevalecen-… Un gobierno que lograba todo eso podía fácilmente ser reelecto con base en sus resultados.
No era perfecto, no; destacaban los fallos que se consideran precursores de la revolución, como la violenta represión a las huelgas de Cananea y Río Blanco, el ataque a los hermanos Flores Magón o el encarcelamiento y exilio de Madero tras su intento de desconocer la elección de 1910. No podemos olvidar sus guerras casi de exterminio contra Yaquis y Mayos. El uso de la llamada «ley fuga» o del «mátenlos en caliente» contra opositores al régimen. Mucho de ello es fruto de su tiempo; recordemos los llamados Mártires de Chicago o que el propio Marx se quejaba de explotación y abusos en Inglaterra, en dónde creía que una revolución proletaria era inevitable -al final, ocurrió en la Rusia Zarista, una economía casi feudal en 1917-.
Aún así, de haberse retirado en 1910 Porfirio Díaz sería recordado como uno de los mejores presidentes mexicanos y un ejemplo de desarrollo económico y bienestar para la población. Pero como no lo hizo, es hoy recordado como un terrible dictador, aferrado al poder y dispuesto a enriquecerse para su propio beneficio… lo que no es totalmente cierto.
Sin duda uno de los puntos claves de Don Porfirio Díaz fue su capacidad de entender la psique del mexicano y de tratar de cambiar lo que nos acercaba a la modernidad.
Algunas ideas de Porfirio Díaz.
Hoy que nos quejamos de la acumulación de riqueza, del empobrecimiento acelerado de la clase media y de la pauperización de los pobres, debemos saber que no es algo nuevo. En la entrevista Porfirio Díaz y Creelman, señala el Presidente que uno de sus logros fue, precisamente, la creación de la clase media. Dijo textualmente:
«México tiene hoy una clase media, pero no la tenía antes. La clase media es aquí, como en todas partes, el elemento activo de la sociedad.Los ricos están demasiado preocupados por sus mismas riquezas y dignidades para que puedan ser de alguna utilidad inmediata en el progreso y en el bienestar general. Sus hijos, en honor a la verdad, no tratan de mejorar su educación o su carácter. Pero por otra parte, los pobres son a su vez tan ignorantes que no tienen poder alguno. Es por esto que en la clase media, emergida en gran parte de la pobre, pero asimismo en alguna forma de la rica; clase media que es activa, trabajadora, que a cada paso se mejora y en la que una democracia debe confiar y descansar para su progreso, a la que principalmente atañe la política y el mejoramiento general».
Esto contrasta con lo que han procurado muchos gobiernos, incluso emanados de distintos partidos: tratar de paliar la pobreza mediante subsidios y transferencias, y no desarrollando una clase media pujante. Es cierto que la propuesta foxista de «casa, vocho y changarro para todos» podía ir en el sentido de fortalecer la clase media, aunque su ejecución no fue del todo adecuada: si, se ampliaron las viviendas, pero de tamaños tan pequeños que no garantizaban adecuada calidad de vida, y al no ir acompañadas de formación financiera mínima, lo que podría haberse vuelto un patrimonio se volvió un gasto inadecuadamente manejado, por lo que muchos terminaron perdiendo lo poco que habían ganado. Total, si pero no. Y antes de Fox, fue Miguel Alemán quien dijo «Cadillac, puro y boleto para los toros para todos», lo que tampoco se logró -a menos que fueras parte de la «familia revolucionaria». Es decir, la falta de enfoque en la clase media no ayudó.
Claro que la participación de la clase media -que tiene resueltas las necesidades básicas, pero no puede desentenderse de las labores que le dan su ingreso- es fundamental tanto en lo económico como en lo político. Hoy tenemos tres grandes grupos de Organizaciones No Gubernamentales: las de vividores profesionales de un tema -que no aportan mucho pero se venden bien-, las de fachada -que sólo sirven de membrete- y las integradas por personas de la clase media, con un legítimo interés en el tema y que aportan tiempo o dinero en la medida en que pueden, y mucho de ello se queda muy cerca de sus comunidades. Pienso en clubes de servicio como Rotary o Club de Leones, pero no sólo en ellas.
Sobre eso y sobre el hecho de que la defensa de los derechos -reales o imaginados, propios o cercanos, de perros o plantas- son el factor que más nos hace participar, y no el cumplimiento de las obligaciones, decía Porfirio Díaz en la misma entrevista:
Nuestra mayor dificultad la ha constituido el hecho de que el pueblo no se preocupa lo bastante acerca de los asuntos públicos, como para formar una democracia. El mexicano, por regla general, piensa mucho en sus propios derechos y está siempre dispuesto a asegurarlos. Pero no piensa mucho en los derechos de los demás. Piensa en sus propios privilegios, pero no en sus deberes. La base de un gobierno democrático la constituye el poder de controlarse y hacerlo le es dado solamente a aquellos quienes conocen los derechos de sus vecinos.
Sin duda uno de los puntos que más se le criticaron fue la aplicación de la ley de manera excesiva y hasta salvaje. Se recuerda mucho la «Ley Fuga»: los presos firmaban sus papeles de liberación y luego se les hacía correr frente a un pelotón de fusilamiento. Si lograban escapar vivos, estaban libres. Si caían en la carrera, morían, si, pero no ejecutados: morían fugados. Pero legalmente su liberación se había dado, por lo que la autoridad no era culpable de su muerte: no murieron ni ejecutados ni en la cárcel. La proverbial forma mexicana de «cumplir la ley sin buscar la justicia» o «no es culpable ni inocente: no se siguió el debido proceso y no se sabe». Así, a conveniencia, puede hacerse de alguien víctima o preso. Al respecto dijo Porfirio Díaz:
Empezamos castigando el robo con pena de muerte y apresurando la ejecución de los culpables en las horas siguientes de haber sido aprehendidos y condenados. Ordenamos que donde quiera que los cables telegráficos fueran cortados y el jefe del distrito no lograra capturar al criminal, él debería sufrir el castigo; y en el caso de que el corte ocurriera en una plantación, el propietario, por no haber tomarlo medidas preventivas, debería ser colgado en el poste de telégrafo más cercano. No olvide usted que éstas eran órdenes militares. Éramos duros. Algunas veces, hasta la crueldad. Pero todo esto era necesario para la vida y el progreso de la nación. Si hubo crueldad, los resultados la han justificado con creces.
Cuándo Creelman le pregunta cuál es el factor clave para el futuro desarrollo nacional, si el orden a través del ejército o la educación, el antiguo soldado y quien fue preso político varias veces por levantarse en armas e incluso por oponerse a Santa Anna dijo:
La escuela. No cabe la menor duda acerca de ello. Quiero ver la educación difundida por todo el país, llevada por el gobierno nacional. Espero verlo antes de morir. Es importante para los ciudadanos de una república el recibir todos la misma instrucción, de modo que sus ideales y sus métodos puedan armonizar y se intensifique así la unidad nacional. Cuando los hombres leen las mismas cosas y piensan lo mismo, están más dispuestos a actuar de común acuerdo.
Y bueno: no logró ver la creación de un impresionante sistema educativo que atiende a más de 24 millones de personas todos los días y que cuenta con millón y medio de maestros; uno con un cuarto de millón de planteles y que entrega casi doscientos cincuenta millones de libros de texto gratuito todos los años. Pero tampoco vio la baja calidad de ese sistema, la cantidad de desertores que cuenta, los vicios que enfrenta -particularmente en estados pobres como Oaxaca, Chiapas o Michoacán- y la cantidad de universitarios virtualmente analfabetas que produce. Alguna vez conocí a un doctor en leyes con faltas de ortografía que no toleraría ni en primaria; hace poco me enteré que ha ganado varios premios por su calidad docente en la UNAM (a pesar de que ha enfrentado varias acusaciones por pedir favores sexuales a sus alumnas). No sé si creerlo o llorar…
El Liberalismo de Porfirio Díaz.
Muchos dicen que el Liberalismo no funciona, y achacan la pobreza galopante en México al «Neoliberalismo». Pero en un estricto sentido teórico, lo que hemos vivido de 1982 a la fecha no es un modelo liberal o neoliberal. Es una mezcla de Neomercantilismo -aspecto que detallaré en otra entrada- con cleptocracia, «el gobierno de los ladrones», entendido como todos los tramposos que asignan contratos públicos con sobreprecios y trampas, con entrega de dádivas o «casas con descuentos» y con donativos a las campañas políticas a cambio de favores económicos. Pero el Presidente Díaz decía lo siguiente:
La experiencia me ha convencido de que un gobierno progresista debe buscar premiar la ambición individual tanto como sea posible, pero debe poseer un extinguidor, para usarlo firme y sabiamente cuando la ambición individual arde demasiado para que siga conviniendo al bien común.
Pardójicamente el rol de «gobierno progresista» lo han tomado como propios algunas corrientes de izquierda. No puedo dejar de pensar en Marcelo Ebrard, quien postulado por un partido de izquierda (el PRD) como Jefe de Gobierno del Distrito Federal (ahora Ciudad de México) hizo un gobierno pragmático, que lo mismo amplió las obras públicas mediante un modelo de PPP (Participación Público Privada) que los programas sociales financiados con ahorros del gasto público, en modelos como Prepa Sí, que garantizaba una beca universal para estudiantes de preparatoria, pero diferenciada tanto por el promedio -a mayor promedio, mayor pago- como por las horas de servicio a la comunidad. Y si, no sólo usaba la etiqueta de «progresista», sino que incluso adoptó el monumento porfirista por excelencia, el Ángel de la Independencia como el emblema de su gobierno. Lo único que no hizo fue declararse simpatizante o seguidor de la vertiente liberal de Don Porfirio Díaz..
¿Qué tan bueno fue el gobierno porfirista en cuánto a la administración pública? Leamos lo que Creelman señala como información de contexto para su entrevista:
«Este hombre se halló con un México en bancarrota, dividido, infestado de bandidos, presa de mil modos distintos de soborno. Actualmente, la vida y la propiedad están seguras entre las fronteras de la República. Después de gastar cantidades en millones de dólares para mejorar los puertos, obras de drenaje y otros vastos proyectos de ingeniería, pagando bonos de la deuda pública -para no mencionar nada del hecho de haber basado en oro las finanzas nacionales-, la nación tiene un superávit de $72.000,000 en el erario y esto a pesar de los enormes subsidios gubernamentales que han producido 19,000 millas de líneas férreas. Cuando llegó al poder, el comercio exterior anual de México llegaba a $ 36.111,600 en total. Hoy día su comercio con otras naciones alcanza la enorme suma de $ 481.363,388 con un balance de venta a su favor de $14.636,612. Había solamente tres bancos en el país cuando el presidente Díaz asumió el mando por primera vez; tenían poco capital y prestaban a enormes intereses que cambiaban constantemente. Hay ahora 34 bancos constituidos por sí solos, cuyo activo total asciende a cerca de $ 700.000,000 con un fondo de capital combinado de $158.100,000. Ha cambiado también un proyecto irregular e ineficaz de educación pública, que tenía 4,850 escuelas y alrededor de 163,000 alumnos, en un sistema espléndido de educación obligatoria, que cuenta a la fecha con más de 12,000 escuelas a las que asisten quizá más de un millón de alumnos; escuelas que no sólo educan a los niños de la República, sino que penetran en las prisiones, barracas militares, e instituciones de caridad.»
Si, digamos que son cifras oficiales que «alimentan» el mito del régimen. Nada muy distante de los informes de gobierno de la actualidad, en que se habla de miles de kilómetros de carreteras construídas -sin mencionar si son productivas o útiles, o si duran dos años antes de deteriorarse-. Treinta años de un mismo régimen son demasiados; pero en términos relativos con esas cifras el comercio exterior creció 1,233% y el número de planteles escolares en casi 150%. En contraste, la balanza comercial de mercancías pasó entre 1985 y 2010 de 1,228 a 4,272 millones de dólares (datos INEGI), equivalentes a 247% de crecimiento… al mismo tiempo que México se volvía la nación con el mayor número de Tratados de Libre Comercio en el mundo. Porfirio Díaz logró cinco veces más crecimiento porcentual. En el mismo lapso 1985-2010, el número de planteles escolares pasó de 131,317 a 253,724 (datos SEP). Esto es un crecimiento de «apenas» 93%. Es cierto que en números absolutos es una cantidad enorme; pero en términos relativos el porfiriato fue más efectivo con su casi 150% más.
La corrupción
Respecto a la corrupción gubernamental, Creelman cita al señor Stirwell, gerente de la compañía ferroviaria Kansas City:
«En mis frecuentes tratos con los oficiales mexicanos nunca me ha pedido nadie un solo dólar para sobornar directa o indirectamente. Para establecer la terminal de mi línea en Norteamérica, he tenido que luchar contra los políticos y los sobornos constantemente. Aquí en México he sido tratado no sólo justamente, sino con gran generosidad. El presidente Díaz me ha dicho que si alguna vez un funcionario mexicano me pidiera un solo dólar como soborno, le notificara el hecho y sin importar el grado que este oficial tuviera, sería inmediatamente dado de baja».
Es decir, no sólo no había corrupción: era mayor en Estados Unidos, como señala un empresario norteamericano para la entrevista. Cabe destacar que, tras treinta años en el Poder, el inventario de propiedades de Porfirio Díaz al morir, según su juicio de Intestado fue el siguiente: Muebles $ 11,849.00, Joyas $ 54,245.00, Casa de Cadena 8 $400,000.00. Fortuna total $466,094.00. Aunque al volver a finales de los años treinta, su hijo tenía 21,000 acciones de distintas empresas, no se puede hablar precisamente de pobreza.
Un detalle poco conocido es que, dado que Porfirio Díaz renunció voluntariamente a la presidencia, el presidente Madero le mantuvo su «patente de retiro» como militar, que le garantizaba una pensión anual a partir de enero de 1912,, aunque a partir de Abril de 1912 la cede totalmente al Colegio Militar y de la Escuela de Aspirantes. Bajo el gobierno de Victoriano Huerta se le nombra General del Cuerpo del Ejército, con lo que podía seguir cobrando ya no como militar en retiro, sino en activo.
En otra entrada, ampliaremos la visión que ofrece Alfonso Diez en su blog «código diez» el tamaño verdadero de la influencia económica y política de Porfirio Díaz ya como ex presidente. Lo cierto es que Díaz comprendió, y muy bien, a México y a los mexicanos; pero ha sido incomprendido por su propia patria. Y no se trata de desconocer sus errores, sino de retomar las ideas que por treinta años hicieron crecer a México: buscar más oportunidades para todos, fortalecer las capacidades individuales con una visión de bienestar común, tener un gobierno honesto y una clase media cada vez más grande y fuerte.
(Texto completo de la entrevista disponible aquí.)
Imagen de hoy: @Gjsuap desde el Museo de Cera.