Para alguien que vio «Star Wars» en su semana de estreno en 1977, ir a la más reciente película sobre los Skywalkers es un evento bueno y triste a la vez. Bueno, porque ya sabes que la historia original se acaba. Malo, porque se cierra toda una época. Acá va mi análisis (con algunos spoilers, por si aún no la han visto, sepan que pueden volarse un par de sorpresas). Están advertidos, luego no vengan a decir que «por qué no nos dijiste».
Muchos de ustedes saben que Star Wars es uno de mis temas favoritos. Varias veces se ha mencionado en este blog (47 más la de hoy: pueden ver los textos AQUI). Si, las películas son buenas y los efectos especiales son notables. El tema del espacio llama la atención. Los contrastes visuales con los rayos láser y los sables de luz generan efectos muy interesantes. La edición de sonido es una joya.
Y dos aspectos fundamentales: su música clásica, con orquesta completa es lo más conocido para los jóvenes -y los cincuentones-. Y su visión de un taoísmo mecanizado le dan un contenido filosófico también. Eso además de su estética del «futuro usado», su aire a un Western o a un serial de aventuras como los de Flash Gordon (pero con episodios de dos horas o más en vez de quince minutos o menos). En fin, de que tiene cualidades, los tiene.
Las dos pasadas.
Bueno… Cuándo se le encomendó el episodio VII a J.J. Abrahams, tuve algo de esperanza. Supo manejar la nueva era de Star Trek. Ha hecho buenas películas y series de televisión No era mi ideal, pero confié en él. El episodio 7 nos dio una copia ligeramente modificada del 4, que no dejó a todos satisfechos -y me incluyo-. Uno de sus errores es pretender enseñarnos algo que ya se ha visto y usado mucho (la Enterprise en las de Star Trek o la Estrella de la muerte en las de Star Wars). Y luego, ampliar la escala para que parezca que ahora todo es igual pero más grande. Una nave oculta en Jupiter que es 100 veces más grande que la original. Una base estelar del tamaño de un planeta joviano en vez de una luna pequeña. Y quiere ganarnos por volúmen.
Luego llegó el 8. Su director, Rian Johnson, pretendió romper con todo lo anterior, con el mismísmo Yoda quemando los libros sagrados; con Luke Skywalker renunciando a ser Jedi y a liderear la rebelión; con una protagonista que era «hija de nadie» y que, aún así, dominaba la Fuerza como un jedi entrenado. Un romance interracial, más por corrección política que porque aportara a la historia. Mujeres sumamente empoderadas enfrentando situaciones de falta de poder. Y largas secuencias en una cantina espacial -perdón, un casino de lujo- que acabaron siendo innecesarias.
Pero, ante todo, descubrir que Leia Skywalker Organa podía volar en el vacío, sin necesidad de un traje, y después de haber muerto. Esa «Mary Poppins» del espacio fue uno de los peores errores de esa película, que estuvo al nivel de las precuelas: mala mala mala. Se salva porque, en una de las mayores críticas (¿Cómo Luke pudo proyectar un fantasma si estaba vivo?) sacó un libro clásico, el supuesto manual Jedi, y allí demostró que los más grandes maestros podían hacer justamente eso. Vaya, se metió a detalle y prefirió romper con Disney y con los Fans con tal de hacer algo original. Aún así, aparecieron los Skywalkers.
Skywalkers: se acaban.
Así que la última película que vi en 2019 -de hecho, en la última función disponible del 31 de diciembre, además de haberla visto antes- fue «El ascenso de Skywalker». Sí, está presente la música clásica de John Williams -tal vez su último trabajo-. Tiene la visión Taoista y el aspecto de «futuro usado». Es decir, tres de los elementos clave si se notan.
Pero también tiene el «error de J.J.Abrahams»: antes, dos destructores estelares bastaban para sentir que había «mucho poder». Ahora, pone diez mil de esas naves en órbita… y se sienten impotentes. De repente, aparecen de la nada -vaya, del hiperespacio, pero sin historia atrás o sin desarrollo- cien mil naves rebeldes para encararlas… una vez que las que ya estaban se habían rendido.
Eso si: despide a las tres generaciones de Skywalkers, como con ánimo de poder usar Star Wars más libremente. Lo que se podría hacer sí, como se hizo en Star Trek, se sacan productos derivados bien hechos. Deep Space 9, Star Trek The Next Generation y otros similares son productos derivados del mismo universo, pero ajenos a la saga original.
En ese sentido, El Mandaloriano, la serie de Disney+ lo está haciendo bien: es un spin-off de Star Wars que, en general, se siente ubicada en el mismo momento de la saga original. Y es, a la vez, otra cosa: toma los elementos centrales, respeta la premisas y construye desde ellas. Aunque muchos episodios -más allá de los tres primeros- parecen intercambiables: dado que «no pasa nada» especial en el 4, 5 o 6, podrías verlos en cualquier orden.
En fin. Se cerró la historia de los Skywalkers: Anakin, Luke y Leia, Ben… Y se nos crea otra cosa. Quedará ese universo para seguir haciendo productos mercantiles, no para ahondar en la música clásica, el taoísmo y el buen cine que hicieron posible nueve películas directas, un par de películas adicionales, otra de animación y series de televisión conectadas con esa galaxia muy muy lejana. Ojalá se preservara ese legado en algo más que la mente y el corazón de millones de personas.
Imagen de hoy: DSC_0232_ros by slamto