Tristeza. La huella de nuestro tiempo.

Tristeza...

Tristeza…

Debo confesar que percibo en estos días un ánimo de tristeza. La noto en redes, en persona, con amigos y familiares. Y sí, también en mi mismo. Por supuesto que no es la primera vez que toco el tema. Ya antes he hablado de desánimo y tristeza. Tal parece que lo diferente en esta ocasión es lo amplia que está.

Uno de mis más queridos amigos lleva varios días comentando en Facebook sobre la depresión y los estados mentales. Si, el reciente suicidio del chef famoso en televisión Antonhy Bourdain –aquí recordado en un cartón- relanzó el tema. Pero resulta que es más amplio de lo que habíamos pensado.

Por ejemplo, alguien cuyo caso conozco de primera mano.. Madre de 3 y esposa ejemplar durante casi 48 años, parte de una gran familia feliz. Recientemente diagnosticada con cáncer… Alguien le dice que no se explica por qué se enfermó. «El cáncer le da a las personas tristes, y no me pareces de esas». Pues le dijo que lleva más de 45 años «muriendo por dentro de tristeza».  No vivía lo que a todos hizo creer por cuatro décadas.

O bien el amigo que les decía: profesionista exitoso, casado felizmente por más de 15 años. Tiene buen sueldo, magnifico trabajo, bonita casa, amable esposa;  muchas cosas buenas. Pero ha estado deprimido, depresivo y hasta intentó suicidarse algunas veces. «Nada me sale bien», parecía decir… Hasta que, efectivamente, ni el suicidio le salió bien y apenas quedó «medio muerto».

Tristeza latente.

Curiosamente, es un tema del que poco se habla. Parece que reconocer que se tiene es, en si mismo, algo malo. Y hay síntoma en común: es la sensación de no lograr las metas que parecen significativas. O, peor aún, de lograrlas y ver que «no eran importantes».

En  mi caso, está en ver que no logro avanzar más rápido en ciertos objetivos. Pero, a su vez, es porque al no lograr algunas metas, no  hay ni recursos ni confianza suficiente en «seguir apostando por el futuro». Lo que lleva a limitar aún más la velocidad y ver como personas con menos capacidades o cualidades si lo logran.

De repente, sin esperarlo, ocurre un encuentro fortuito, una propuesta inesperada, una llamada. Que cambian el ánimo, así sea por unos minutos. Con esos chispazos, se logra avanzar. Hasta que, pronto, la tristeza se va.

El lunes pasado era uno de esos momentos de profunda tristeza. Acabado uno de los proyectos que más tiempo me consumió el último par de meses, veo a mi cliente satisfecha. Vamos bien. Pero cerrar ese proyecto hará que algo importante se vaya también.

En fin. Que la tristeza está latente. El lunes me hacía falta platicar con alguien de confianza. Desafortunadamente, las dos o tres personas en quienes pensé en ese momento tenían sus propios problemas  -algunos más graves-. No tenían tiempo. No insistí, porque entendía sus situaciones. Pero sí, me hacía falta una buena charla con alguien de confianza.

Así que… si te sientes así y necesitas hablar con alguien, aquí estoy. No lo olvides.

Un comentario

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